Si Luis Berlanga levantara la cabeza, la visita de los Reyes de España a Córdoba le habría valido seguramente para crear uno de esos guiones cinematográficos en los que tan bien supo describir al pueblo español. Mientras la gran mayoría de la ciudad califal se acunaba en el sopor de las cinco y media de la tarde y los barrios de Córdoba equivalentes a las Tres Mil Viviendas sevillanas (que los recibieron por la mañana entre gritos y abucheos) luchaban contra el calor a manotazos, ajenos a la visita oficial de los Reyes, los primeros súbditos leales a la corona se concentraban en la Puerta de Sevilla para coger sitio privilegiado y poder ver de cerca a Sus Majestades.

Ante los medios, muchos de ellos explicaron abiertamente su emoción: «Nos hace mucha ilusión venir a ver lo más grande, a nuestros Reyes, y hubiéramos venido sí o sí, con calor, lluvia, truenos y relámpagos». Así de convencidos se mostraron Yaiza y Juan Carlos, orgulloso él de compartir nombre con el padre del monarca. «Viendo esto, me puedo morir a gusto», sentenció. «Con la que está cayendo, que se hagan ver es de agradecer», declaró Fátima, «esto es algo positivo para Córdoba en un momento como este». A pocos metros, una familia entera procedente de Aguilar de la Frontera esperaba paciente la llegada de Felipe y Letizia. «Hemos venido a otra cosa a Córdoba y hemos alargado la visita para verlos», confesaron, «no queríamos quedarnos con las ganas». El ambiente patriótico monárquico era total.

Varios cordobeses se resguardan del calor al paso de los reyes. / A.J. GONZÁLEZ

Otro cordobés de pura cepa, enmascarado contra el coronavirus tras una mascarilla decorada con la bandera de España, Juan José, se sumaba a los elogios. «Los Reyes son muy humanitarios y por eso lo digo, que si no lo fueran, también lo diría», dijo alto y claro ante la mirada atenta de un joven de 18 años, Javier Muñoz, que, también entregado a la Corona, declaró: «Vengo para ver a los Reyes de mi país y es algo emocionante para mi ciudad, no podía perdérmelo».

En esas estábamos cuando los Reyes hicieron acto de presencia y, mientras unos agitaban banderolas y gritaban vivas y aplausos a los Reyes, un pequeño grupo de republicanos dispersos entre el resto levantaron unas pancartas reivindicando un referéndum a la monarquía, lo que despertó cierta indignación entre el resto, sin que llegara el agua al río.

Banderas de España a la espera de la llegada de Felipe y Letizia. / A.J. GONZÁLEZ

Expresadas todas las posturas, los Reyes caminaron hasta los patios, observados atentamente desde los balcones. En una casa próxima, una pareja interrumpió su descanso para asomarse a la calle. «Mi sobrina me dijo esta mañana que venían los Reyes y pensé que eran los Reyes Magos», comentó un vecino, «no tenía ni idea de que venían». Por todos los flancos abiertos a la calle San Basilio, se concentraron grupos de curiosos, muchos de los cuales solo divisaron a Felipe y Letizia desde muy lejos. La Policía Nacional desplegada y la seguridad de la Casa Real impidieron el paso en los lugares no señalizados con vallas.

Acabado el real paseo, que esta vez se concentró en una sola calle, la vida de la ciudad volvió a quedar en manos de la nueva normalidad, marcada por la crisis, con la esperanza de los sectores afectados por la falta de turismo puesta en que esta visita sirva de reclamo para reactivar la economía. Ojalá.