Cuando Theodore, de 77 años, y su mujer decidieron celebrar sus bodas de oro en Córdoba, la ciudad de la que se enamoraron hace veinte años, poco podían imaginar que el viaje cambiaría sus vidas. Esta pareja estadounidense llegó a España antes de que se decretara el estado de alarma, pero ha sufrido en su propia piel las consecuencias del coronavirus y también su repercusión en la sanidad española, en este caso desde el Hospital Cruz Roja de Córdoba.

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Habían pasado quince días desde su llegada a España cuando Theodore comenzó a sentirse mal y, lo que en principio parecía un cuadro gripal, fue evolucionando a peor llegando a tener dificultades para caminar. En ese momento la pareja decidió acudir al hospital e inmediatamente el paciente quedó ingresado en la planta de Neurología, donde rápidamente empeoró con pérdida de fuerza en las piernas, los brazos e incluso con problemas respiratorios.

Tras nuevas pruebas y una nueva valoración por el neurólogo Roberto Valverde, y ante la sospecha de que Theodore sufriera el síndrome de Guillain Barré (enfermedad en la cual el sistema inmunitario ataca a los nervios), se decidió su ingreso en la UCI, intubado y con respiración artificial. Una situación que rápidamente se volvió aún más complicada, puesto que ni él ni su mujer hablan español y toda su familia se encontraba a más de 15.000 kilómetros de distancia.

A pesar de esta difícil situación, los primeros días de ingreso transcurrieron razonablemente bien, hasta que el coronavirus llegó al hospital. Como en tantos otros casos en la provincia, donde nadie estaba preparado para una situación así, el equipo que lo atendía se vio obligado a cambiar su forma de actuar, se aisló al enfermo para evitar el contacto con el virus y desde entonces la atención y el afecto personal que caracterizan a los cuidados intensivos pasaron a hacerse con mascarillas y guantes de por medio.

El doctor Valverde destaca que «el éxito en la recuperación del paciente ha sido como consecuencia del excelente trabajo en equipo diario del conjunto de profesionales de Urgencias, UCI y de la planta de hospitalización formado por celadores, auxiliares, enfermeros y médicos de diferentes especialidades, que han realizado una magnífica coordinación multidisciplinar».

Theodore recibió el alta del hospital cordobés el pasado 22 de abril en medio de los aplausos de todos los profesionales y entre lágrimas de emoción mientras mostraba su agradecimiento al personal sanitario por la labor diaria realizada a pesar de las circunstancias tan difíciles vividas, agravadas aún más por la situación actual. Este agradecimiento sincero volvía a demostrar el buen desempeño de los profesionales sanitarios españoles, en este caso principalmente los de la UCI, poniendo por encima de todo grandes dosis de humanidad, cariño y empatía.

Esa misma mañana, junto a su mujer, y tras largas gestiones por parte del hospital para procurar el mejor traslado posible, cogió un vuelo privado de vuelta a Estados Unidos, donde le esperaban desde hacía dos meses sus hijos y el resto de su familia. Por delante tiene aún un duro trabajo para volver a tener su vida de antes, «pero volverá a tener calidad de vida, que es lo importante», insisten los médicos que le han tratado, que detacan que la UCI «no solo debe ser una lucha por la vida sino hacer que cuando alguien se va con vida, pueda tener una de la que disfrutar».