«En enero hacía frío y había barro. En las trincheras lo máximo que se hacía era vigilancia, controlar el tiempo y si había que contraatacar... No se puede confundir la valentía con el realismo. Yo tenía una parabellum. Un amigo, un fusil ametrallador», relata Carmelo Rubio, apodado el guerrillero y nacido en Guadalmellato hace 97 años, en su libro Mi vida por etapas, que ahora recoge Vestigios y testimonios de la Guerra Civil en Córdoba, editado por el Foro por la Memoria y subvencionado por la Junta.

La arqueología puede sumar una nueva dimensión a la comprensión de la Guerra Civil en España, de la que en unos años solo podrá hablarnos el paisaje. En esta tarea llevan años de adelanto los estudios sobre las dos guerras mundiales. «Puedes leer todos los manuales que quieras de la Primera Guerra Mundial sobre cómo excavar trincheras, pero si empleas la arqueología, verás la realidad de la guerra de trincheras sobre el terreno», explicaba hace unos meses a National Geographic el arqueólogo Birger Stichelbaut, que estudia un tramo de 60 kilómetros de trincheras belgas de la Gran Guerra.

La historiadora Encarnación Barranquero, profesora de la Universidad de Málaga, apunta el atraso en la puesta en valor de la arqueología en la historia contemporánea en España, frente a países europeos que han sacado rendimiento incluso turístico de sus hitos bélicos. Sin ir muy lejos, nuestros vecinos franceses promocionan la línea Maginot, la mayor línea defensiva del mundo moderno pero también uno de los fracasos estratégicos más costosos, como un producto turístico más. En EEUU también llevan años explotando su pasado bélico: «Combina tu gusto por la conducción con tu pasión por la historia y explora los campos de batalla más icónicos de la Guerra Civil Norteamericana·», ofrece LogiTravel.

«El patrimonio arqueológico forma parte del atractivo turístico y puede ser un material muy pedagógico para las nuevas generaciones, porque nunca han sido puestos en valor y seguramente muchos jóvenes ignoran que existan restos de la guerra civil, pese a estar acostumbrados a ver los de otras guerras», explica Encarnación Barranquero.

Desde la óptica del historiador es innegable la importancia de la catalogación y puesta en valor del patrimonio arqueológico inmueble de los frentes, como se ha hecho en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, con lugares como la citada línea Maginot, las fortificaciones del Muro Atlántico o las trincheras del Neretva, en Croacia. En España, aunque en menor medida, también hay escenarios bélicos convertidos en itinerarios culturales como los frentes de la Batalla del Ebro en Aragón o la Sierra de Guadarrama. En Córdoba, en esta línea, se han hecho visitables por ejemplo los refugios antiaéreos de Villanueva de Córdoba y de El Viso.

El Viso: El alcalde, en el refugio antiaéreo del municipio.

En Vestigios y testimonios de la Guerra Civil en Córdoba, sus autores muestran los rasgos constructivos y las formas de acceso al patrimonio, en muchos casos abandonado por la Administración y otras, desconocido por la ciudadanía. Trincheras, casamatas, puestos de mando, abrigos contra bombas de aviación, nidos de ametralladoras, búnkers y refugios para la población civil son recogidos por este libro, escrito a cuatro manos y con una óptica multidisciplinar por Rafael González, Andrés Fernández, Manuel Vacas y Luis Naranjo, coautor y coordinador.

«La idea surge por la labor de divulgación de la historia desde la Segunda República hasta la Transición --explica el profesor e historiador Luis Naranjo--. Sin ánimo exhaustivo, hemos cogido los lugares más accesibles y relevantes para su divulgación en los institutos». La obra divide la provincia en cuatro áreas (Subbética, Campiña, Valle del Guadalquivir y Pedroches) y recoge una descripción de estos hitos, una explicación histórica de su existencia y entrevistas. Asimismo, incluye material para las aulas, un banco de recursos didácticos y actividades para la Educación Secundaria y el Bachillerato, especialmente pensado para los estudiantes cordobeses.

Naranjo explica que «de sur a norte se recogen los sistemas defensivos de Almedinilla, Fuente Tójar, los fortines de Luque, la zona de Espejo famosa por la foto de Capa, las trincheras de Adamuz y Villafranca y el frente en toda regla de Los Pedroches».

Se abordan aspectos como las diferencias entre las trincheras franquistas y las republicanas vinculadas a las escuelas de guerra y a la tecnología de los dos ejércitos. El Ejército de Franco bebió directamente de la experiencia alemana y de las guerras del colonialismo en el Norte de África. «Los búnkeres de Luque son muy similares a los construidos por los nazis en la Costa Atlántica, no tienen nada que envidiarles y se hicieron con mejores elementos de construcción, hormigón armado, hierro y materiales más resistentes que los republicanos. Por eso se han conservado mejor y muchos duran hasta hoy», dice Naranjo. Por su parte, las trincheras de la República se construían en zigzag pero con mortero y las piedras que encontraran en cada territorio, por lo que muchas se han colmatado. El libro descubre joyas constructivas de este periodo de la historia en Córdoba como el hospital de sangre, de El Vacar, o el puesto de mando de Adamuz, perfectamente conservado en una casa solariega a las afueras del pueblo. Por último, pero no menos importante, Naranjo reseña la perspectiva memorialista que impregna esta labor científica: «El velo de silencio» que se impuso tras la guerra civil, sobre todo con todo lo vinculado a la presidencia republicana y que pesa también sobre estos elementos constructivos. Nuestra idea es divulgar la verdad porque es una de las asignaturas pendientes y el gran público sigue sin conocer nuestro patrimonio», concluye el profesor.

Carro de combate soviético: El blindado, expuesto en la base de Cerro Muriano.

Luque: Detalle de un búnker situado al oeste.

Almedinilla: Proyectiles y material bélico del Ecomuseo del Caicena.