Quizá por lo llamativo, la quema de contenedores es el más reconocible caso de vandalismo en la ciudad, pero la casuistica es mucho mayor. Por ejemplo, el problema de las pintadas. Al respecto, Sadeco ha empleado solo en lo que llevamos de año 65.000 euros para borrar las más de 1.800 pintadas sobre las que se ha intervenido, algunas en elementos delicadísimos como monumentos.

Por supuesto, también habría que contar los daños en el mobiliario urbano, instalaciones como los parques infantiles, la reposición de papeleras quemadas o dañadas, la propia red de alumbrado municipal o los puntos de luz... El problema aquí, explican fuentes municipales del área de Infraestructuras, estriba en que se hace difícil cuantificar los daños por la reposición del patrimonio público, razón por la que no se tienen cifras ni siquiera estimativas. Pensemos en un simple banco de parque: entre un ataque vandálico y el daño por el paso de las décadas a la intemperie hay todo tipo de razones para su deterioro: el uso habitual, un uso abusivo para el que no fue diseñado este mobiliario urbano, una acción combinada de todas estas causas...

Tampoco hay que olvidar un capítulo del vandalismo que se adentra en lo puramente delictivo, tanto por los daños que produce a particulares y a instalaciones públicas como por la gravedad de los mismos o porque el delincuente busca un beneficio económico. Hablamos de la quema de coches en la vía pública (la media anual en Córdoba oscila entre los 70 y 90 casos en los últimos años) o el robo de cable, que además de perjudicar a barrios ha ocasionado en los últimos años un perjuicio de un millón de euros, según la campaña del Ayuntamiento pidiendo la colaboración ciudadana en este problema.