Acabar con el sedentarismo infantil, recuperar las recetas de la abuela y desechar cualquier producto precocinado o de fabricación industrial es la base para garantizar que los adultos del mañana no crezcan afectados por la epidemia de la obesidad. Lo dijo ayer Begoña Gil, directora del Plan Integral de Obesidad Infantil de Andalucía, que alertó de las cifras galopantes de menores con sobrepeso, más del 40% de los niños andaluces de 6 a 10 años, de los cuales el 25% (uno de cada cuatro) es obeso. Conviene tomar medidas lo antes posible ya que mientras el índice de curabilidad de un obeso adulto apenas llega a un 3%, corregir este problema en un niño resulta mucho más fácil "estableciendo hábitos alimenticios saludables y ejercicio físico acorde a la ingesta de calorías del menor".

En la necesidad de equilibrar el número de calorías con las necesidades de cada individuo insistió ayer Francisco Pérez Jiménez, jefe del Servicio de Medicina Interna del hospital Reina Sofía y director del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica (Imibic), que además recalcó que "incluso comiendo lo mismo, si la calidad de los productos que tomamos es mayor, el resultado es mejor". De ahí que consumir alimentos frescos sea tan importante como hacer ejercicio para quemar las calorías que tomamos. Pérez Jiménez llamó la atención sobre otro dato llamativo: "La obesidad depende de la genética en un 50%, el resto depende mucho de la cultura, de ahí que las comunidades más pobres y las que tienen menor interés por el conocimiento tengan mayor tasa de obesidad".

Alrededor de un centenar de personas interesadas en la materia se dieron cita ayer en el hospital Reina Sofía para participar en los Encuentros Conciencia, centrados esta vez en la obesidad.