El hospital Reina Sofía ha efectuado en los últimos 38 años (desde el primer injerto que hizo el centro en febrero de 1979) más de 1.500 trasplantes renales. Ayer mismo los profesionales de este centro estaban llevando a cabo un nuevo trasplante de riñón. En lo que va del 2017 ya se han practicado 22 trasplantes de este órgano, de los que 2 fueron mediante una donación de vivo. Uno de estos dos trasplantes de vivo ha sido posible a gracias a Pedro Pérez Luna, que al saber que era compatible con su mujer y que podía donarle en vida un riñón no se lo pensó dos veces, haciéndose todas las pruebas pertinentes, que dictaminaron que el órgano era perfectamente transplantable. «Lo haría una y 50 veces más si pudiera. No tuve dudas», señala Pedro Pérez. La mujer de Pedro, Teresa Luna Roldán, estaba aquejada de poliquistosis hepatorrenal (patología genética que genera múltiples quistes en los riñones y en el hígado). Esa misma enfermedad, al ser hereditaria, la padeció el abuelo de Teresa, su padre y un tío.

«Mi abuelo no tuvo mayor problema, pero mi padre si requirió un trasplante y un hermano de mi padre falleció debido a esta enfermedad, al no querer entrar en el programa de trasplantes», cuenta Teresa. Esta cordobesa, de 50 años, tenía los dos riñones afectados debido a esta enfermedad y la situación en la que se encontraba era acudir a diálisis o un trasplante.

El trasplante, que ha unido y ha traído más amor si cabe a Pedro y a Teresa, fue realizado por un amplio equipo de profesionales del hospital el pasado 25 de enero. A Pedro le extrajeron el riñón por laparoscopia (cirugía menos invasiva) y solo estuvo 3 días ingresado. Y a Teresa, aunque sufrió un principio de rechazo, el trasplante le ha ido bien. En la actualidad acude a controles semanales al hospital. «Animo a la población a que se haga donante, sobre todo de vivo, si tienen posibilidad y pueden ayudar a alguien querido. Estuve nervioso antes de la operación, pero el día antes de la misma me tranquilicé porque sabía que iría bien. Solo por ver la cara de alegría de mi mujer y su cambio de ánimo mereció la pena donar. Estaba muy apagada porque había llegado al punto más alto de su enfermedad», resalta Pedro Pérez.