Han pasado ya varios días desde que empezara el curso en todas las etapas educativas y muchas han sido las emociones que han ido surgiendo durante este peculiar comienzo marcado por el covid-19, las ganas de volver y la incertidumbre. El qué pasará en las próximas semanas en los centros educativos es una incógnita que solo el paso del tiempo y la evolución de la pandemia podrá ir resolviendo. Mientras tanto, Laura Rabasco, alumna de sexto de primaria; María Arias, de tercero de la ESO, y Adrián Fernández, de tercero de Grado universitario, repasan cómo se han sentido en sus primeras semanas de clases.

Laura Rabasco estudia sexto de primaria en el CEIP Europa y comenzó el curso el pasado jueves 10 de septiembre. Para ella, este curso ha empezado «raro» pues reencontrarse con las aulas no ha sido «exactamente como esperaba».

A Laura y a sus compañeros, a los que ha echado «muchos de menos» durante este medio año, se les hace raro no poder abrazarse, no poder verse las caras, no poder jugar. La relación con sus iguales se ha convertido en todo un reto ya que «con las mascarillas a veces no sabes ni con quién estás hablando». Los recreos también han cambiado. Ahora han sustituido el fútbol, el baloncesto y la comba por media hora de charla en su «parcelita» en el patio. Solo se tienen a ellos, con su ilusión y sus ganas de que todo esto pase rápido y puedan volver a disfrutar como lo que son: niños y niñas.

Entre ellos, explica Laura, hablan de sus miedos, del temor «al coronavirus», a que «pase algo como lo que está pasando en otros colegios». «Ya que hemos conseguido salir de casa, no quiero volver a estar encerrada. Ha sido muy duro», lamenta.

Laura, que combina sus horas de estudio con su pasión por el tenis, a la que dedica varias horas a la semana, narra que durante el confinamiento fue «muy difícil compaginar ambas cosas». Un deporte que requiere pista y unas clases que requieren una concentración a veces ausente. No obstante, Laura valora con cierto optimismo la posibilidad de tener que volver a la enseñanza online pues, durante el fin del curso pasado, la experiencia fue «bastante bien».

Por otro lado, María Arias estudia tercero de la ESO en el Colegio Alauda. Para ella, como para Laura y Adrián, el comienzo ha sido «extraño». Cuenta que es difícil integrar todas las rutinas que se han establecido para evitar los contagios por covid-19, aunque sabe que son necesarias. Le toman la temperatura al entrar, usan gel desinfectante constantemente, las mesas también se desinfectan con frecuencia, entre otras cuestiones. La vuelta ha sido prácticamente un «shock». «Nunca te esperas algo así. Aunque me lo hubiera imaginado, la realidad ha superado todo lo que había preconcebido». A pesar de esto, en general, dice, todo ha ido muy bien.

También coincide en el cambio que se está produciendo en el trato con sus iguales. «Las mascarillas y la distancia social no permite que nos entendamos entre nosotros». La comunicación entre los chicos y chicas, incluso durante las clases, siempre ha sido parte del proceso de aprendizaje, que va mucho más allá del temario. De hecho, esta ha sido una de las principales reivindicaciones pro presencialidad: los estudiantes tienen que socializar, tienen que estar con otros y aprender de ellos. Sin embargo, ellos mismos están cuestionando hasta qué punto este acto social se está desarrollando. «Nos dejan que hablemos en los cambios de clase, pero si todos estamos en nuestro sitio, sin poder movernos, ¿cómo vamos a relacionarnos con normalidad? Es muy confuso», explica María.

En su colegio, al ser grupos reducidos, las posibilidades para salvaguardar la seguridad es mayor que en otros centros. María es consciente de esta situación y se siente privilegiada. Sus profesores les han comunicado que se adaptarán al ritmo que ellos necesiten para poder ir integrando las nuevas rutinas, retrasando lo que haga falta para que todos puedan estar bien. «No sabemos cuánto va a afectar todo esto al nuevo curso. Tendremos que ir viéndolo conforme vayamos avanzando. Llevamos cuatro días», expresa María. A pesar de sentirse muy segura en clase, el miedo «siempre está ahí», especialmente cuando se trata de la continuidad de las clases presenciales. «Me asusta que haya algún problema y toda la clase tengamos que volver a casa o que el curso se complique. Es una incertidumbre constante».

Por último, Adrián Fernández, estudiante de tercero de Ingeniería Eléctrica en la UCO, detalla que los cursos más avanzados de su carrera lo han hecho a distancia mientras todo se va organizando para adaptarse al sistema semipresencial instalado en la Universidad. No tiene quejas del inicio, más allá de «unos horarios establecidos a última hora». Tras una semana y media de clase, explica, por fin sabe cuál va a ser su agenda. Las medidas de seguridad se respetan, los profesores no entran en contacto con los alumnos, en general «todo es correcto». Se siente seguro.

Con respecto a haber empezado de forma online, cuenta, «todo es muy distinto; las sensaciones son diferentes. No es lo mismo ir a clase, estar con los compañeros, vivir los descansos que estar desde casa solo. Es mucho más pesado; sobre todo para alguien que está empezando y no ha vivido antes esto». Cree que es una cuestión de tiempo que se vaya acostumbrando al nuevo modelo. Su mayor miedo gira en torno a que la semipresencialidad pueda afectar al rendimiento académico como «ya afectó en el pasado semestre». Saben que la exigencia puede ser algo menor, pero creen que no van a poder estar a pleno rendimiento. Aún así, concluye Adrián, se va a esforzar para que no le perjudique.