La pasión le sale por los poros de la piel cuando habla de la historia de Córdoba y sus personajes, especialmente de Julio Romero de Torres, a quien conoce al dedillo y de quien puede contar, siempre con entusiasmo y con gran locuacidad, miles de anécdotas. Después de 22 años al frente de los museos municipales, Mercedes Valverde se jubila, o la jubilan, como ella dice, porque si hay algo que tiene claro es que «esta oportunidad que me ha dado la vida de hacer cosas por Córdoba, de trabajar, de servir a Córdoba, ha sido un sueño del que no quería despertar». Se siente «especialmente orgullosa» de la política de adquisiciones, donaciones y depósitos que ha llevado a cabo durante este tiempo y que le han permitido adquirir importantes obras para los museos cordobeses, pero reconoce que su gran satisfacción ha sido trabajar con un gran equipo humano al que ha contagiado su entusiasmo.

-¿Qué balance hace de estos 20 años al frente de los museos municipales cordobeses?

-En realidad, legalmente, han sido 22 años, más ocho de pleitos. Llegué a ese puesto por un concurso oposición. Ha sido una gestión de 30 años que han sido necesarios para llevar a cabo todos los proyectos, aunque algunos han quedado inconclusos, pero para mí ha sido una oportunidad para trabajar y para servir a Córdoba.

-¿Qué le ha quedado por hacer o le hubiera gustado culminar?

-Lo primero que hice fue una diagnosis del estado de los edificios que albergan los museos y de sus colecciones para hacer una valoración y proponer los proyectos. Se ha restaurado el 95% del museo de Julio Romero de Torres, pero ha quedado pendiente instalar marcos microclimáticos que protejan los cuadros de cualquier incidencia. En el Taurino, me hubiera gustado haber continuado con la recuperación de muchos objetos que han quedado guardados en los almacenes, y en el Alcázar queda por rehabilitar la torre de la Inquisición y el acceso por la Ribera.

-¿Ha tenido más satisfacciones que disgustos?

-He tenido grandes satisfacciones, porque lo más importante es que he contado con un equipo humano que ha estado codo con codo trabajando conmigo. Todos son grandes profesionales, y lo más satisfactorio de estos años es haber podido contaminar a todos ellos para defender algo nuestro. Hasta los alumnos que han estado de prácticas se han contagiado de ese entusiasmo.

-¿Cómo se ha llevado con los políticos? ¿La han entendido?

-Los políticos han defendido los proyectos que he presentado y me he sentido muy satisfecha, porque muchas veces son ajenos al arte y a determinadas sensibilidades, pero yo he tenido el respaldo de todos los gobiernos.

-A su juicio, ¿cuáles son las debilidades y fortalezas de nuestros museos?

-El Alcázar de los Reyes Cristianos es un monumento que cuenta la historia de España; el Taurino es un referente de la historia de la tauromaquia cordobesa, y el de Romero de Torres es un museo único en el mundo. En cuanto a las debilidades, hay que actualizarse, hay que hacer museos modernos en cuanto a iluminación y climatización.

-¿Qué haría para atraer a más público al Museo Taurino?

-En realidad, yo propuse hacer un museo de arte taurino, lo que tendría un componente de interés artístico y no sería una mera exposición de cartelería y trajes de torear. Se ha hecho un museo virtual cuyo mantenimiento es muy caro. Y Córdoba no necesita un Museo Taurino virtual teniendo la historia de la tauromaquia que tenemos y unos fondos riquísimos.

-Dice que no se retira, que la retiran. ¿No le apetece descansar y dedicarse a otras cosas?

-Me jubila la ley. Me quedan tantas cosas por hacer… Pero para mí esta oportunidad que me ha dado la vida de hacer cosas por Córdoba, de trabajar por Córdoba, ha sido un sueño del que no quería despertar.

-¿De dónde le viene la pasión por el arte y la historia?

-De mi familia, de mis padres. Mi padre, José Valverde, era notario y un gran investigador. Desde pequeña he estado rodeada de obras de arte porque mi padre era un gran coleccionista y las conversaciones familiares siempre giraban en torno a exposiciones, libros, pintura…

-¿Y por Romero de Torres?

-La primera vez que yo entré en esa casa tendría unos doce años. Conocía a Angelita, la hermana pequeña de Julio. Desde que soy una niña he entrado en ese jardín mágico donde convivían las piezas arqueológicas con los crisantemos de Angelita.

-¿Sabría distinguir una obra del pintor con solo mirarla? ¿Se ha encontrado con alguna falsificación?

-En estos 30 años hemos identificado más de 300 obras falsas atribuidas a Julio Romero de Torres, en su mayoría firmadas, que andaban por el mundo. Todas las he desacreditado y he ido creando unos archivos de obras falsas y autentificadas. He trabajado mucho, pero con felicidad.

-¿Cuánto arte hay escondido en los almacenes de nuestros museos?

-No mucho, excepto en el Taurino. Allí hay mucho que restaurar, pero lo importante es que la casa es una maravilla de edificio y ya se buscará la fórmula para que sea más atractivo.

-¿A qué se va a dedicar a hora?

-Sobre todo, a la Real Academia, y a terminar en tres meses el catálogo monumental de Julio Romero de Torres.