Trabajar tres días a la semana con un horario que se estira como el chicle, por un puñado de euros al mes, a veces con contrato, a veces no, con la certeza de que si lo dejas no habrá nada mejor ahí afuera... Trabajar en esas condiciones no es trabajar, es la forma de explotación del siglo XXI. En una ciudad como Córdoba, donde la precariedad laboral afecta al 97% de los trabajadores, según CCOO y UGT, y con un salario medio de 13.000 euros anuales, la Jornada Mundial por un Trabajo Decente, que se celebra hoy, tiene una especial significación. Y eso que la gente que trabaja en esas condiciones a menudo no se queja, lo asume como un mal menor. «Al menos yo tengo trabajo». Por eso, ambos sindicatos salieron ayer a denunciar la situación de miles de familias, que incluso con dos sueldos tienen problemas para llegar a fin de mes, y a reclamar que la mejoría de la macroeconomía tenga su reflejo en las condiciones laborales. Pero ¿qué es un trabajo indecente?

Olga D. es licenciada en Derecho y forma parte del gremio de las monitoras escolares de la Junta de Andalucía desde el 2006. Su función es servir de apoyo al ingente y creciente trabajo burocrático de los centros educativos. «Trabajo 12 horas a la semana, de 9 a 13 horas los martes, miércoles y jueves», explica Olga, «bueno, eso es sobre el papel, nunca salgo a esa hora porque no me parece bien dejar el trabajo a medias». Su salario mensual es de 512 euros. Cuando llega junio, su contrato se extingue hasta septiembre. Su marido, empleado de un centro comercial, cobra 800 euros. «Entre los dos sacamos 1.300 euros al mes y podemos subsitir porque no tenemos hipoteca, pero sí un hijo de 17 años que está tan preocupado por poder estudiar que hace lo indecible para sacar sobresaliente y tener matrícula gratis y beca, hasta él está condicionado por nuestros salarios», afirma. La precariedad condiciona a toda la familia, asegura, y en ella ha generado un trastorno crónico de ansiedad. Y añade: «Luego se les llena la boca diciendo que en la Junta ningún empleado cobrará menos de mil euros».

Marina estudia Medicina y hasta hace unos días trabajaba como camarera de piso en un hotel. «Tenía contrato de formación de 6 horas (solo en teoría), de lunes a domingo, con 2 días libres que ellos te dicen cuándo los puedes coger, cobraba 500 euros al mes, pero tuve una lesión en la espalda por cargar peso y, como no firmé la baja voluntaria, la empresa dijo que no era apta y ni siquiera me ha pagado lo que me debe». Según relata, «de formación nada, trabajas a destajo, 20 habitaciones al día mínimo». Y, pese a que ha trabajado 3 meses, «solo me han dado de alta uno». Indignada con su primera experiencia laboral, critica que esto ocurra de forma impune. «El hotel tiene una empresa que le suministra esclavos con contratos de formación a los que explota y, cuando acaba el contrato, los echa y coge a otros», subraya, «eso no es un trabajo, estamos indefensos porque si te pasa algo, se desentienden». Marina busca ya otro trabajo para pagar sus estudios.