A este matrimonio estoy muy unido por diversos motivos y doy fe de que son un gran ejemplo de superación y evolución constante en el sector en Córdoba. Junto a ellos he vivido momentos inolvidables tanto dentro como fuera del restaurante. De él ya sabía que es un gran enamorado de la hostelería, que nació para ello, y de ella no tengo ninguna duda de que es esa arista que hace que el prisma sea perfecto. Vinieron de Villanueva de Córdoba para alcanzar un sueño y nos van a contar cómo lo han ido consiguiendo desde que echaron el ancla en La Kibla hace ya 23 años.

-Hoy, 14 de enero, se cumplen 23 años de la apertura de La Kibla. ¿Cómo lo recordáis?

-(Mari Paz) Lo hicimos con muchísima ilusión.

-(Andrés) Era nuestro primer trabajo serio y, claro, con una gran ilusión. Hay que decir que los padres de Mari Paz provienen de Villanueva de Córdoba y ella y yo, que también soy de allí, nos conocimos. Pues claro, cuando nos quisimos casar optamos por montar un negocio. Yo trabajaba allí, desde los 13 años, en la hostelería y pude hacerme cargo de un pub allí, pero mi suegro había comprado aquí un local, que es este en el que nos encontramos ahora.

-¿Cuando abristeis estabais ya casados?

-(Mari Paz) Nuestro hijo mayor tenía ya un año o poco más.

-Así que optasteis por el local que había comprado tu padre, ¿verdad, Mari Paz?

-(Mari Paz) Estaba todo hablado para eso. Andrés no tenía en Villanueva un trabajo estable y era lo que necesitábamos. Mi madre conocía al constructor Antonio Ranchal y le dijo que invirtiera, así que compró el local.

-¿Por qué La Kibla?

-(Andrés) En el pueblo estaba acostumbrado a ver Casa Pepe, Casa Juan… Nombres que se relacionaban mucho con el dueño. Quieras que no, los nombres hacen mucho a la hora de un negocio. Buscamos una asesoría y un día nos juntamos y empezamos a buscar nombres y salieron seis o siete posibilidades. En principio íbamos a llamarlo Florencia, pero después nos dimos cuenta de que en Córdoba hay un restaurante con este nombre. Entonces, con las cartas y todo ya hechas, vimos la opción de La Kibla, que es el muro orientado hacia La Meca. Nos gustó y se lo pusimos.

-Y de ahí la decoración.

-(Mari Paz) Exactamente. Por eso hicimos los arcos y optamos por un estilo más rústico.

-Os conozco desde el principio, entre otras cosas, porque mis hijas han nacido aquí y se han criado junto a vuestros hijos. Sé bien la línea que le disteis a la cocina. ¿La mantenéis?

-(Andrés) Platos tradicionales del Valle de los Pedroches. Yo no había estudiado cocina, pero conocía las tapas que veía salir cuando trabajaba en el Casino de Villanueva. Todo lo que he aprendido ha sido de ir viendo.

-Contáis con buenas carnes del Valle de los Pedroches, un enlatado de mucha calidad y los molletes. Un vínculo fuerte con Los Pedroches, ¿no es cierto?

-(Mari Paz) Cien por cien.

-(Andrés) Yo, de Córdoba, no conocía a nadie. Ella, algo más, porque había estudiado aquí. Apenas teníamos conexiones y Villanueva de Córdoba está muy presente en el negocio. De allí lo había aprendido todo.

-¿Qué no hay que dejar de probar cuando vienes a La Kibla?

-(Andrés) El lechón, un plato de pulpo, una buena presa.

-Siempre he sido un defensor del enlatado de calidad, porque es un manjar exquisito. ¿Lo seguís manteniendo?

-(Andrés) Ha cambiado algo. Ten en cuenta que hemos metido más platos calientes, porque entonces no teníamos una cocina como la de ahora. Además, los mejillones buenos que traíamos se han perdido ya, pero mantenemos algunos productos.

-Y en el 2007 os liais la manta a la cabeza para ampliar el negocio.

-(Mari Paz) Necesitábamos tener una cocina más grande, un salón más reservado y lo teníamos a huevo, porque era un local a continuación del que ya teníamos.

-(Andrés) En un principio planteamos dos zonas, una más de tapas y otra para comidas, trabajando dos cartas, pero era algo muy difícil. Tú, Alberto, que eres hostelero, lo puedes entender. Al final concluimos en una carta.

-¿Seguís viviendo aquí arriba?

-(Mari Paz) Sí.

-Sé lo que es eso. Yo mismo lo viví cuando mis padres tenían Costa Sur. Es cómodo, pero también complicado. Nunca desconectas, ¿no creéis?

-(Andrés) Tiene sus desventajas, porque muchas veces estás más abajo que arriba. Es más cómodo para el negocio que para nosotros.

-¿Os esclaviza?

-(Mari Paz) Sí, claro.

-Mari Paz, tú crías a tus hijos, que tienen más o menos la edad de las mías y, aunque no desconectas de La Kibla, no te reincorporas por completo hasta hace unos años. ¿Cuál es tu función ahora?

-(Mari Paz) Es la cocina, aunque voy donde haga falta.

-(Andrés) Nos hemos dado cuenta de que la cocina es el corazón de un negocio, donde más se puede perder y ganar. He tenido cocineros que llegan diciendo que saben y luego no saben ni coger un cuchillo ni cortar patatas. Desde que Mari Paz y yo entramos en la cocina, y es algo que nos dice la gente, esto sale bien.

-¿Sois muchos trabajadores en el restaurante?

-(Andrés) Desde que empezó la crisis, tres personas, y luego los extras para los fines de semana.

-Después de 23 años, ¿qué balance hacéis? ¿Empezaríais otra vez esta misma aventura?

-(Mari Paz) No, lo tengo claro. Ni volvería a ser autónomo en la vida. No le veo ventaja ninguna, además, no veo ayudas. Cualquier persona se pone mala y se tira siete días en su casa y encima le están pagando. Yo he estado en la cocina trabajando con fiebre. Andrés sí, está enamorado de La Kibla.

-(Andrés) La hostelería es bonita, pero es muy sacrificada y la gente no lo entiende. Yo sí volvería, porque me gusta. Hay una parte que no me gusta y es cuando llevas cuatro años con solo cuatro días de descanso, por ejemplo.

-Andrés, ¿nunca pensaste en dedicarte al mundo agrario con tu suegro?

-No, porque el campo es también muy sacrificado. Hay que tener mucho terreno para poder vivir.

-¿Veis a alguno de vuestros hijos en La Kibla?

-(Mari Paz) Ninguno.

-(Andrés) No saben ni tirar una cerveza. El mayor se metió dos días en la cocina y nada.

-En el programa Master Chef Junior que se celebró en Córdoba me encantó ver cómo los abuelos cocinaron con sus nietos. Nosotros hemos aprendido de nuestros padres y qué bonito sería que enseñáramos a nuestros hijos, para que no se pierda esa cocina tradicional.

-(Andrés) Esa cocina tradicional es la base, sin duda.

-Leí una crítica de un cliente de La Kibla que decía «me hacen sentirme el cliente más importante que tienen del mundo y los visito todos los fines de semana y así llevo 23 años». ¿Eso cómo se hace?

-(Andrés) Tenemos varios así. Hay que tratar a las personas como normales, con cariño y naturalidad.

-¿Le habéis perdido dinero al negocio alguna vez?

-(Andrés) Perderle no se le ha perdido nunca.

-(Mari Paz) Sí, es que Andrés no le ve nada negativo a La Kibla.

-(Andrés) La Kibla nunca ha dejado de ser rentable. Otra cosa es que yo en mi casa necesite una cantidad determinada de dinero para vivir y el negocio me dé algo menos.

-¿En un negocio de hostelería se puede ser millonario?

-(Andrés) Ahora mismo, no, antes sí. Me refiero a antes de la crisis, cuando abrimos La Kibla. Claro que se puede hacer uno rico.

-¿Cómo ha cambiado el barrio?

-(Mari Paz) Mal, a la baja.

-(Andrés) Aquí viene gente del barrio y de la provincia, pero a nosotros no nos beneficia que haya más o menos turistas. El cliente se gasta ahora menos que antes.

-Con vosotros, Entre Pucheros suma 44 entrevistas y es el segundo matrimonio al que entrevisto. ¿Cómo se conjuga ser pareja y compañeros de trabajo?

-(Mari Paz) Diferenciamos, sí. Andrés me echa bullas en la cocina como si fuera una empleada más. Pero en la casa no se atreve (bromea). Hay veces que le digo que demasiado bien nos llevamos.

-(Andrés) El trabajo es el trabajo.

-Un vino de la casa es un compromiso, porque hay que tenerlo a muy buen precio y que sea de gran calidad.

-(Andrés) Es difícil, pero debes tenerlo porque la gente confía en ti. Cuando he metido un vino lo he hecho realmente porque me ha gustado. Para saber de vinos hay que probarlos.

-Mari Paz, ¿cómo es Andrés?

-Es muy exigente en el negocio. Le da igual que sea su mujer, su hijo o quien sea. Y tiene razón, lo que pasa es que lo dice de una manera que parece que está discutiendo.

-Andrés, sin Mari Paz habría sido imposible.

-Por supuesto que sí. La mejor compañera para el negocio y para todo. Ella es capaz de ponerse con cualquier cosa. Es muy inteligente y se ha adaptado bien a la hostelería.

-¿Qué os queda por aprender?

-(Andrés) Siempre se está aprendiendo, sobre todo cuando vamos de viaje. Yo empecé con discoteca, pub, estanco, pero me hacía falta conocer el restaurante. Para mí, todo el que no toque el restaurante no llega a ser un hostelero auténtico. Y también tiene que saber de cocina. He tenido gente que me decía que era maitre y no sabía ni marcar la mesa.

-¿Córdoba carece de gente formada?

-(Andrés) En la escuela de hostelería les enseñan cuatro cosas y poco más. No saben lo principal.

-(Mari Paz) Esta Navidad tuvimos un ayudante de cocina que supuestamente había trabajado en cocina. No sabía partir patatas.

-¿Hace falta una escuela de hostelería en Córdoba?

-(Andrés) En Málaga hay más y mejores profesionales. Aunque es verdad que allí hablan muy bien de Córdoba. La escuela realmente está aquí, en tu casa, en la mía. Se aprende practicando.

-¿Hay nuevos proyectos?

-(Andrés) Tengo 53 años y no me quisiera quedar solo aquí. Hay algo pendiente.

-Hay un cliente que es amigo mío, Pedro Albujer. A ese me lo tenéis que cuidar.

-(Andrés) Pero, Alberto, ¿cómo te has acordado de mí para entrevistarme?

-Te voy a contestar y es la primera vez que me preguntan. Tenía muchas ganas de entrevistarte, pero tenía que encontrar el momento. Teníamos varios matrimonios y hemos esperado para que hubiera un hilo conductor.

-(Andrés) Seguro que Pedro ha tenido que ver. Es una de las mejores personas que he conocido y un gran amigo nuestro.

Los vi abrir en el año 94 y después de 23 años vuelvo a sentir esa ilusión de un matrimonio que lo ha dado todo. Trabajo, mucho trabajo. Pero también ha recibido mucho, como ellos mismos dicen. Veo un proyecto cumplido, un sueño hecho realidad, pero lo que más me sorprende es que siguen teniendo las mismas ganas de agradar y satisfacer a quienes los visitan. Me vuelvo a quitar el sombrero, familia Tena Ayala.