Con la muerte del segundo marqués de Viana acabó toda una época de España. Así concluye la semblanza que sobre José Saavedra y Salamanca, más conocido como Pepe Viana, protagonista del libro El marqués de Viana y la caza, realiza en sus páginas Juan García Carranza Benjumea. Se trata de una publicación eminentemente gráfica que invita a hacer un viaje en el tiempo hasta principios del siglo XIX, a la corte del rey Alfonso XIII, de la mano del caballerizo y montero mayor del monarca hasta su fallecimiento a los 57 años en 1927. Más de 150 fotografías recopiladas por la editorial Turner tras un minucioso escrutinio de cientos de imágenes de la época atesoradas por el Palacio de Viana o recogidas en los 24 álbumes personales del marqués que ha prestado el actual marqués de Viana.

El libro da a conocer el legado de un hombre aficionado a la fotografía, como su tío Teobaldo, con quien se crió, que fue extraordinariamente minucioso en la documentación de las instantáneas. El conde de Montalvo y tataranieto de Pepe Viana relata en el epílogo de la publicación la gran amistad que compartían el marqués, el duque de Peñaranda y el rey, amantes de la caza y del polo.

José Saavedra y Salamanca, Pepe Viana o segundo marqués de Viana (según quién lo nombre) nació el 7 de abril de 1870 en Madrid y quedó huérfano de madre y padre a los siete años, lo que forjó su «fuerte carácter y voluntad de hierro». De carácter variable, tan pronto generoso como tacaño, amigable como hostil, brusco o distinguido, fue fiel servidor del rey aunque no despertara nunca las simpatías de la reina Victoria Eugenia, ni la de otros personajes de la corte, a los que no agradaban sus cambios de humor. Tan leal y estrecha fue la amistad entre Alfonso XIII y Viana que el conde de Yebes (1899-1986), autor de un antiguo texto recogido en la publicación, afirma que «durante 23 años fue la sombra, el amigo leal y el buen consejero del Rey».

El marqués conoció al rey, 15 años menor que él, en unas maniobras de tiro en la escuela de artillería, justo antes de que el monarca cumpliera la mayoría de edad, y a partir de ahí se hicieron inseparables. Compartían su férreo espíritu castrense y su gusto por la caza, que les llevó a convertir fincas de Córdoba como Moratalla en Hornachuelos, de distintos puntos de España, Austria o Inglaterra, en destino habitual y escenario de las fotografías que el libro recopila. Casado con Mencía Collado del Alcázar, la afición por la caza del marqués no fue incompatible con su sensibilidad por el arte y llegó a ser mecenas de Sorolla.

El conde Yebes, hijo del conde de Romanones, que tuvo acceso a las agendas de bolsillo de Viana, lo describe como «un guapo mozo de arrolladora personalidad, de nariz aguileña y boca sensual», pero «temible en sus arranques, su energía y vitalidad», insupereble gourmet, siempre elegantemente vestido y «gozador de una vida fastuosa». Entre las anotaciones que incluye Viana en sus agendas, figura una del 24 de julio de 1915, en la que afirma: «El Rey mató un oso» (foto) o una de febrero de 1917 donde deja constancia de un trayecto a caballo de madrugada desde Moratalla a Santa María. En sus últimos años, el marqués se dedicó a mejorar su casa de Córdoba, que llegó a convertir en museo abierto al público. Su muerte coincidió con el fin de la época dorada de la montería y con el exilio poco después del monarca, tras el triunfo de la República.