«Cada día nos levantamos con la esperanza de que sea el último, de que aparecerá Paco». Pero hasta ahora no ha sido así, y ya son 990 días, 33 meses sin noticias del joven que el 2 de julio del año 2015 salió de su casa para, por el momento, no volver. «Esto es tremendo, no se puede explicar con palabras», indica Isidro Molina, padre de Paco. «Hay días que estás mal y otros que estás peor; las noches son horribles, le das vueltas a todo en la cabeza una y otra vez». Así relata Isidro cuál es el estado de ánimo de la familia desde que desapareció su hijo, con 16 años, aunque tiene claro que el entonces menor de edad no se marchó por su propio pie. «A mi hijo se lo llevaron. Estoy convencido de que algo le ofrecieron o algo le pidieron, y él aceptó pensando que la realidad era distinta a la que realmente fue, porque que Paco no nos llame es algo impensable en él». insiste Isidro, convencido de que se trata de una desaparición forzosa y provocada.

El día que le vieron por última vez, Paco salió de casa a dar una vuelta con unos amigos y llevaba consigo el DNI, cuatro euros en el bolsillo y su móvil, un teléfono desde el que avisó a sus padres de que dormiría en casa de un conocido. Pero Paco nunca fue al domicilio de nadie. Sus amigos indicaron que el joven les dijo que había quedado con alguien que los demás no conocían. ¿Qué ocurrió? ¿Se encontró realmente con esa o esas otras personas? Si es así, ¿quiénes eran? Estas y mil preguntas más son las que golpean una y otra vez en la cabeza de la familia de Paco, quien, según el testimonio de un conductor de autobús que cubría el trayecto Córdoba-Madrid, subió al vehículo el día 3, a las pocas horas de verlo por última vez.

Según Isidro, en el caso de su hijo ha habido un error de base, y es que no se revisaron las grabaciones de las cámaras de seguridad ni de la estación de autobuses de Córdoba, ni de Madrid, ni de parada intermedia alguna. «La Policía de aquí no me hizo caso y más tarde, cuando ya entró en el asunto la de Madrid, se echaron las manos a la cabeza de que se hubiera perdido mucha información que era necesaria para saber qué ha pasado con Paco».

El caso de Paco Molina está archivado provisionalmente desde el punto de vista judicial, aunque la investigación sigue su curso. «Casi todas las semanas hablo con los investigadores de la UDEF de Madrid, y sé que ellos están muy encima de la desaparición de mi hijo, pero hay datos que no nos pueden dar, y es comprensible». Agradece el esfuerzo llevado a cabo por las fuerzas de seguridad, pero sostiene, con mucho pesar, que en no todos los casos de desaparecidos se ponen los mismos medios y el mismo empeño. «Eso lo ha visto toda España», indica Isidro, con la memoria aún reciente de los casos de Diana Quer o el pequeño Gabriel Cruz. Isidro hace hincapié en que se alegra de que esas familias hayan podido resolver el caso de sus hijos, pero recuerda que tanto su familia como la de otros miles de desaparecidos que hay en España -6.053 denuncias activas- «estamos en un calvario continuo, día y noche. Esto no es vida». Por ello, reclama que en el caso de Paco como en el de otros muchos se pongan todos los medios necesarios para lograr una resolución.

En su casa, asegura Isidro, nada es igual desde que Paco no está. A su otro hijo, que pronto cumplirá 18 años, «le ha tocado vivir una adolescencia muy complicada». Aunque intentan hablar del tema lo menos posible, «Paco siempre está ahí». En el caso del padre, trabaja como y cuando puede, ya que es autónomo, comercial concretamente, «y esto me ha matado personal y laboralmente». Su esposa, Rosa, está muy involucrada con la Fundación de Paco Lobatón y desde su experiencia intenta ayudar a otras familias. Ninguno de ellos pierde la esperanza de que Paco regrese y vuelvan a ser la familia que eran.