En 1970 abría sus puertas La Bodeguilla, una de las tabernas más antiguas del barrio y testigo de la historia de sus vecinos. Fue el sueño hecho realidad de José, un montillano que abrió una bodega en la capital cuando Ciudad Jardín vivía sus años dorados. Murió al poco tiempo y al frente se pusieron sus hijos, Manuel y Pepe, y su mujer Aurora Gallego, alma mater del local aun a sus 92 años.

Pepe se jubiló hace unos meses pero le sucedieron en el negocio su hijo y su sobrino. Sin embargo, no ha terminado de irse del todo porque acude varias veces por semanas a echar una mano.

Y es que son muchos los recuerdos que le unen a esta taberna, la que ideó los llamados «biberones», un cuarto de botella de vino con un pitorro que compartían los estudiantes de los 70 «por cuatro o cinco pesetas» mientras comían del pan recién comprado que escondían bajo la barra para evitar pagar una tapa. «Eran otros tiempos», como reconoce Pepe. Tiempos en los que el bar se llenaba tras las corridas de toros para beber los vinos de la tierra, tiempos «muy buenos, con mucha gente joven», con una clientela formada también por una clase media de trabajadores acomodados y llenos de ilusiones.

«Me ha servido mucho esa época y la añoro», subraya, pero hoy como ayer se le iluminan los ojos cuando habla de su barrio.