Aún resuena en mi cabeza una frase pronunciada el viernes por el diputado provincial del PP, Andrés Lorite, en relación con el caso de la Fundación Guadalquivir: «Por sus obras los conoceréis». Apuntaba el parlamentario, cuestionando la ejemplaridad del PSOE ante las acusaciones lanzadas por una testigo en sede judicial contra dos miembros del partido. Les exigía una reacción a sabiendas de que, más allá del gesto, una demanda por calumnias tendría poco recorrido antes de que concluya el proceso. En cualquier caso, la frase me viene al pelo para hablar de Ángeles Muñoz, la jerezana presunta artífice de las mordidas.

Basta un breve repaso a la hemeroteca para constatar la consideración que, Córdoba profesaba a esta mujer. Políticos de todos los colores se rindieron a sus pies, en el buen sentido de la palabra, para facilitar la labor que realizaba en el Distrito Sur, donde era un ser admirado, al que le llovían abrazos y besos en cada esquina. Si los hechos tuvieran que hablar por ella, cabría pensar que había hecho algo muy bueno al ver la cantidad de proyectos en los que andaba embarcada. La asociación Nuevo Guadalquivir se creó en torno al año 2000 para luchar contra la delincuencia y reivindicar cosas para el barrio. Desde que empezó la crisis y el barrio del Guadalquivir se vio azotado por el paro, su tarea, a ojos de la opinión pública, era digna de elogio y admiración, ya que permitía sacar del agujero a familias en exclusión, dar de comer a los niños en la escuela de verano o gestionar los huertos urbanos que salieron adelante con la Fundación Cajasur. En una de esas presentaciones, el propio director de dicha entidad, reconocía que para llevar a cabo el proyecto les había convencido «un ciclón, Ángeles Muñoz».

En una entrevista concedida en el año 2014 a este periódico, la presunta corrupta aseguraba que le habían propuesto entrar en política, pero que lo había rechazado porque, si se metía en política, «me iba a ver obligada a decir a mis vecinos alguna media verdad, incluso mentiras, y eso no va conmigo, pues así me lo enseñaron mi padre y mi madre». Cuesta imaginar que alguien especialmente sensibilizado con la discapacidad, al menos en apariencia, una mujer impulsora de medidas de protección y proyectos para encauzar la mayoría de edad de estas personas, hablara de ellos a sus espaldas, como afirma su sobrina, fanfarroneando de usar «el dinero de los tontitos». ¿En qué momento una persona que trabaja por los demás se pasa al lado oscuro y decide corromperse aprovechándose de los más desfavorecidos para su propio beneficio, si es que esto ocurrió así?

Este periódico ha contactado con Ángeles Muñoz tras las declaraciones de su sobrina en sede judicial, cuyo contenido niega. «No quiero decir nada malo de ella por respeto a mi hermano que ha muerto», dijo, «esto es una trama política y yo el conejillo de indias». Tras indicar que «todo está en manos de los abogados», se mostró convencida de que «esto no va a quedar así, voy a demostrar que todo es mentira». Respecto a los donativos que ella habría obligado a hacer a sus empleados, se limitó a contestar que «había donaciones legalmente hechas a través de Hacienda», al tiempo que recordó que «aún estamos en periodo de alegaciones». Preguntada sobre si ella misma o su hijo Cristian Menacho devolvían también parte de su sueldo, cortó la conversación: «a eso no puedo responder, todo está en los juzgados».

Efectivamente, todo está en los juzgados. Lo único que está claro es que alguien miente. Ya veremos a quién le crece la nariz.