«Polvorilla», esa es la palabra con la que, de manera unánime, describen al párroco Ángel Roldán los vecinos del Parque Figueroa. No importa si son o no asiduos de la misa dominical: todos conocen a este cura y participan en sus proyectos. Llegó a Nuestra Señora de la Asunción hace menos de tres años y en este tiempo ha sabido ganarse la complicidad de colectivos sociales, vecinales, deportivos... «Parto de un axioma, y es que entiendo que todo el barrio somos una familia y, como tal, nos tenemos que unir para todo y en todo». Por eso organiza actividades para fomentar esa familiaridad: conciertos, clases de apoyo en la parroquia para los chavales que necesitan un refuerzo con el inglés o las matemáticas, peroles benéficos de convivencia, un equipo de fútbol o una exposición sobre la Sábana Santa de Turín o misas que son «un espectáculo muy bonito», con guitarra, batería y baile de los niños.

Confiesa que tiene «muchos colaboradores que nunca vienen a misa», pero que son capaces de «echar todo su tiempo y sus cualidades» para, por ejemplo, ayudar a los más pequeños a irse de campamento en los meses de verano. Y para él «eso es lo que importa». Y en tanto, cada semana reparten comida para 150 personas de 44 familias y en fechas señaladas, como Navidad, les preparan tuppers para que solo tengan que calentarlos.

Es un polvorilla, sí, y sin propósito de enmienda alguna. Al menos en este aspecto de su vida.