El final del estado de alarma supuso un antes y un después para decenas de personas sin hogar a las que, de forma inesperada, la pandemia les ofreció la posibilidad de pasar el periodo de confinamiento en el Colegio Mayor Séneca. De dormir en un cajero, debajo de un puente o al raso entre cartones, el coronavirus, gracias al trabajo de la Delegación de Servicios Sociales del Ayuntamiento, hizo posible que se instalaran en un lugar cómodo y digno con todas las necesidades cubiertas. Días antes de que acabara el estado de alarma oficialmente, el Ayuntamiento decidió dar por terminada esa etapa, pese a que la cesión del edificio por parte de la Universidad de Córdoba no tenía fecha tope ni estaba condicionada a la evolución de la pandemia.

El día antes de que se abrieran las puertas del Colegio Mayor, el comedor trinitario que gestiona la Fundación Prolibertas recibía un aviso para que estuvieran preparados porque era posible que tuvieran que dar comida a una treintena de personas más. Tres semanas después, el comedor asegura que esos usuarios no han vuelto a utilizar sus instalaciones. Según los datos municipales, sin desglose, antes de salir los trabajadores sociales consiguieron tramitar la renta mínima y ayudas de emergencia "a prácticamente todos", algunos "volvieron a sus casas o se han marchado a sus lugares de residencia o se han ido con trabajos en el campo que les hemos buscado y los que estaban en peores condiciones, están en la casa de acogida municipal y en la de Cáritas o en terapias de desintoxicación de Proyecto Hombre". De ser así, el trabajo de reinserción social realizado habría sido un éxito redondo.

Otras fuentes consultadas ponen en duda estos datos y señalan que en más de un caso "se les pagó un billete a otro sitio" y que por eso no están ya en Córdoba. Por su parte, la Fundación Prolibertas señala que no tiene información sobre dónde están porque "la Red Cohabita no ha vuelto a reunirse desde que acabó el estado de alarma para analizar lo ocurrido", por lo que desconocen si están en otros recursos o se han ido de la ciudad. Ahora, el número de usuarios del comedor ha descendido a una media de 40 o 50 diarios, menos de lo habitual en estas fechas.

Entre los que entraron al colegio mayor y han vuelto está Mario, un rumano de 43 años que lleva año y medio en Córdoba. Según su relato, en un español básico, "no he podido solicitar ninguna ayuda porque no tengo documentos, me robaron todo en Francia y ahora no tengo dinero para volver a Rumanía". Desde que salió, duerme en una tienda de campaña que ha instalado en un parque, cerca de otras dos personas sin hogar. "En el colegio mayor estuve muy bien, los trabajadores muy buenos y yo tranquilo y bien". No tiene quejas, al contrario, "ojalá hubiera podido seguir allí, en la calle muy mal, mucha calor ahora". "En Rumanía, fui vigilante de seguridad 15 años y en Alemania trabajé en una fábrica de chocolate hasta que me cogieron por no pagar el billete del tranvía y me metieron tres meses en la cárcel".

A Paco, otro usuario del comedor, que ha pasado largas temporadas en la calle, el confinamiento le pilló en Rumanía, en casa de su mujer, enferma de cáncer. "Fui a verla pero cuando empezó la pandemia y cerraron las fronteras, ya no pude volver», explica, «estaba esperando que me llamaran de un trabajo en Sadeco y en junio me avisaron y pude volver con el justificante". El viaje desde allí fue duro. "Tres días en autobús con la mitad del aforo, un asiento sí y otro no y controles médicos en cada frontera", recuerda, "me hicieron una prueba antes de salir de Rumanía, antes de entrar a Hungría y así en cada país hasta que llegamos a Francia y entramos en España". El 1 de julio empezó su contrato de seis meses y desde ayer duerme en una habitación que ha alquilado. "Sigo viniendo al comedor y a las duchas porque todavía no he cobrado, pero lo primero que tenga será para comprar la bombona de butano", dice convencido.

Mientras el verano avanza y el calor aprieta, el servicio de comedor está funcionando en la Casa de la Libertad con aforo limitado para garantizar las distancias de seguridad y el servicio de centro de día está disponible solo para aquellos que están en situación de calle.