Detrás de cada persona sin hogar hay una amarga historia, pero en el caso de Paco, que así le llamaban los que convivían con él en la plaza del Alpargate y al que todos califican como "una bella persona que ayudaba a todo el que podía", resulta muy paradójica, ya que, según cuenta Antonio, su compañero de fatigas desde hace cinco años y con el que compartía colchón cada noche junto a la iglesia de Los Trinitarios, el fallecido, hijo único, "esperaba recibir una importante herencia" a la muerte de su madre, que padece de alzheimer y vive en una residencia de ancianos.

Según narra Antonio, la madre de Paco era lotera y un día le tocó una importante cantidad de dinero, que puso a plazo fijo para que su hijo "no lo malgastase, ya que él, en ese momento, no llevaba muy buena vida".

"Él tenía problemas mentales y un tratamiento, pero la desesperación de vivir en la calle le llevaba a tomar más y más pastillas y a refugiarse en el alcohol", continúa el compañero del fallecido, que esta mañana, al despertar, se dio cuenta de que su amigo no respiraba. "Espero que esto sirva para que los servicios sociales nos hagan un poco de caso", prosigue Antonio, al que, dice, hace unos días le prometieron ayuda.

"Pasábamos las tardes juntos, anoche mismo estuvimos charlando aquí", cuenta Francisco en un corrillo de personas que habitualmente hacen vida en la plaza, asegurando que "esto no hubiera pasado si no le hubieran vendido habitualmente otro tipo pastillas", algo que todos los del grupo consideran "que se debería investigar". "Ayer mismo le dije a mi compañero que le quedaba poco de vida", continúa Francisco, que, con la misma consternación que los demás, resalta que el fallecido "tenía un corazón más grande que él". "No tenía ganas de nada, estaba desesperado y le daba igual morirse", concluía entre sollozos su amigo Antonio.

También con mucha consternación por lo sucedido habla uno de los trinitarios de la iglesia de Nuestra Señora de Gracia. Lo conocía desde hacía muchos años y "estuvo un tiempo en una habitación de una casa, en la que acogió a Antonio", recuerda el sacerdote, que reconoce que les dejó dormir junto a la iglesia porque le parecían "más serios".

Pero el caso de Paco no es el único, ya que en la plaza se reúnen habitualmente muchas personas sin hogar y la situación "es muy dramática, sobre todo cuando viene algún violento", continúa el trinitario, que considera que "habría que estudiar caso por caso e intentar ayudar a estas personas de alguna manera", recordando que a varios se les ha tomado el nombre para analizar sus casos, como espera Antonio, aunque, como dice, esa ayuda «ya llega tarde para Paco".