Apartado de la política, de la que se alejó sin mirar atrás, Diego Romero ha desarrollado una larga trayectoria como abogado, y de esa sí que le costó jubilarse. Pero la vida consiste en ir quemando etapas y él, hombre pragmático, lo ha hecho siempre como algo natural. Ahora sigue los avatares de la profesión, pero ya desde la barrera y sin los agobios propios del oficio, y dedica el mucho tiempo libre que le conceden sus nuevas circunstancias a dar rienda suelta a sus aficiones. Así, se asoma cada día al mundo desde la ventana de internet, que también le sirve para oír música, sobre todo ópera, "poniéndole unos altavoces buenecitos al monitor". Lee, va al cine y, muchas tardes, a la peña de enfrente de su casa para echar una partida de dominó. Una vida en paz, dice, "que es lo que más anhelo".