Isabel Ambrosio y su equipo han cumplido esta semana tres años al frente del Ayuntamiento de Córdoba. Más de mil días de gestión que quisieron inaugurar con un gesto simbólico: llevar flores a la tumba del último alcalde republicano, Manuel Sánchez-Badajoz. Este jueves, la Corporación colocó una placa en recuerdo del regidor socialista y de los 19 concejales asesinados a manos de las tropas franquistas. El acto se ha celebrado la misma semana de inicio del proceso, también cargado de simbolismo, para renombrar las calles con reminiscencias franquistas. Pese a la polémica suscitada por el callejero, el gobierno local no ha querido renunciar a ese gesto.

La alcaldesa Isabel Ambrosio, investida gracias a los votos de su socio, IU, y al apoyo de Ganemos, que finalmente decidió no entrar a gobernar --la debilidad de este equipo de 11 concejales ha sido siempre su talón de Aquiles--, se empeñó desde el primer minuto en hacer visible un cambio en las formas de hacer política --en el qué, pero sobre todo en el cómo-- respecto al mandato de José Antonio Nieto. Por ello, salpimentó sus discursos de formas amables y referencias constantes al gobierno de «las personas», y apostó por las políticas sociales de rescate ciudadano, con la apertura de una oficina antidesahucios y el establecimiento de un mínimo vital de agua. También se sucedieron los mensajes sobre la reversión de los intentos privatizadores del PP en algunas delegaciones municipales (en especial los planes para el alumbrado) y la recuperación de las empresas públicas, algunas de ellas, como Cecosam, a un paso de la disolución. La decisión de Pedro García de ir contra el proyecto del PP para el Parque del Canal, cuyos terrenos había cedido a la Fundación del Córdoba CF (la justicia le ha dado la razón), también puede suscribirse en esa política de gestos con los que se abrió el mandato.

La oposición --liderada por un PP en empate numérico de concejales con el gobierno-- pronto vio en esa manera de hacer la diana sobre la que disparar, y se afanó desde el comienzo en dejar en evidencia las carencias principales: la inestabilidad derivada de un pacto sellado con «la izquierda radical» y la falta de un proyecto compartido del que emanen proyectos concretos. Les acusan de dilapidar su herencia.

Algunas polémicas como las protagonizadas entre concejales de PSOE e IU que nunca debieron traspasar los muros de la junta de gobierno local y muchas otras con Ganemos como instigador han engordado el argumentario del PP. Flaco favor han hecho también los problemas de gestión diaria del propio Ayuntamiento, atascado con contratos de funcionamiento básico de la propia institución (han estado sin correo durante meses y ahora sin ascensores), y problemas administrativos de diversa índole, a veces ni siquiera achacables a ellos, que están ralentizado hasta el paroxismo obras como la del Centro de Exposiciones, el edificio de La Normal, cuyos flecos no terminan de solucionarse, o el derribo que no llega del Polideportivo de la Juventud.

A esta maraña burocrática súmele el grave problema de personal que tienen muchos servicios del Ayuntamiento (algo que no es exclusivo de Córdoba), algunos claves como bomberos (y el consiguiente malestar de la plantilla), derivados de las leyes del PP para el control de la administración local (techo de gasto, tasas de reposición...) y a la falta de previsión y planificación del propio equipo de gobierno.

Por contra, en el haber de PSOE e IU en el apartado de la gestión hay que apuntar su capacidad para haber aprobado y sacado adelante tres presupuestos, y tener unas arcas saneadas y con un importante remanente de tesorería (23,4 millones de euros). También haber recuperado los mecanismos --siempre mejorables-- del sistema de participación ciudadana y revitalizado el Consejo del Movimiento Ciudadano, al que hay que atribuirle, junto a la Gerencia de Urbanismo, la iniciativa de abordar la dotación de servicios básicos para las parcelas.

El exalcalde Julio Anguita dice que una de las cosas que un regidor debe asumir cuanto antes es que iniciará proyectos que culminarán otros alcaldes. Si Nieto echó a andar el cercanías, será previsiblemente Ambrosio quien corte la cinta inaugural del tren. Con pragmatismo y quizá ante la evidencia de que legarán pocos, la alcaldesa insiste desde hace tiempo en sus discursos en que hay que acabar los proyectos iniciados, antes de embarcarse en nuevas aventuras. Este equipo dejará sembradas algunas iniciativas como el Parque de Levante y del Canal, y, si logra empezar, la Ronda Norte y la Azucarera.

En el año que resta y antes de que veamos volar el puente que de momento los une, PSOE e IU deberán cerrar su cuenta de resultados: la de los símbolos y la de la gestión, que de ambas vive la política. En el primer apartado tendrán que poner fin al culebrón originado en torno al símbolo de símbolos, la Mezquita-Catedral. Para ello, tendrán que exigir resultados a la comisión que crearon para reivindicar la titularidad del edificio (en la que, por cierto, está la vicepresidenta Carmen Calvo) y presentarlos de la manera más coherente posible. Para cerrar su balance tienen pendiente la comprometida climatización de 19 colegios, la prueba del 9 de la gestión. Mucha tarea para 365 días.