A Rocío Barrio (Pájaro en muchos círculos) la conoce mucha gente en Córdoba porque durante años trabajó en la hostelería y ha hecho sus pinitos en la música y el mundo del arte. Nació en León y aunque su familia es medio gallega, ha vivido siempre en Córdoba. Siendo una niña de 6 años, le fue diagnosticado un sarcoma de Ewing (cáncer infantil de huesos), que la obligó a someterse a un sinfín de tratamientos y operaciones, que lograron no solo detener el tumor, sino conservar su pierna izquierda, aunque en casos como el suyo, a menudo es amputada para evitar que el cáncer llegue al pulmón.

«El problema es que yo crecí y mi pierna no, se quedó chiquita y durante años llevé un tacón de 8 centímetros». Con 15 años, se sometió a un alargamiento de tibia y peroné que acabaría dando la cara por otro lado. «Me curé del sarcoma, pero el hueso estaba muy mal y una bacteria se coló hasta provocar una infección que acabó saliendo 30 años después».

Su discapacidad nunca le impidió hacer su vida, crear su mundo interior y prepararse, como ella dice, para la amputación de la pierna. «Me la cortaron hace tres años y aunque fue duro y sufrí un duelo, también fue una liberación para mí, de repente, dejé de sentir los dolores que me habían acompañado durante años sin ser muy consciente de ello». Todo lo que ha vivido ha conformado su personalidad. «No hago planes, vivo muy al día y soy muy disfrutona», confiesa.

De la hostelería dio el salto a otro campo y ahora es administrativa en una empresa «Mi familia ha sufrido mucho conmigo, yo solo me he ido adaptando a lo que venía, eso te hace estar por encima de las cosas y te sientes más fuerte», afirma sincera. Antes de la operación, siempre llevaba la pierna oculta, ahora «solo llevo faldas, con la prótesis al aire». El humor siempre la ha salvado, asegura. «Yo misma me digo coja, me río antes que nadie, si relativizas tu situación, no pueden hacerte daño», comenta convencida, «eso sí, me puedes decir lo que quieras, pero la pena, lo de pobrecita... no la soporto».

Cree que hay que educar a la gente, «mostrar la diversidad, no pasa nada, no hay que esconder la discapacidad como se ha hecho durante mucho tiempo». Recuerda que una vez dos señoras mayores se pararon a mirarla al ver su prótesis y una se acercó a ella y le dijo: "Ay muchachita, tápate eso que no se te vea". Ella entendió que aquella mujer había crecido en la idea de que hay que ocultar algo así y que eso tiene que cambiar. "Si llevo falda, es normal que me miren la pierna, pero cuando me vean siete veces a mí y a otros, ya no se girarán".

En su opinión, nadie sabe lo que es capaz de hacer en determinadas circunstancias hasta que no le pasa. "Es como si piensas en frío que vas a tener un cáncer, imaginar la situación es mucho peor que vivirla". No se considera especial. «He vivido lo que me ha tocado, nada más, lo bueno es que me he adaptado y no me he dejado llevar por la tristeza, y si volviera a nacer, viviría la misma vida, me falta una pierna, pero tengo paz y soy feliz».