Ojalá en todos los campos de batalla se usaran flores como artillería, miles de claveles con los que impregnar las calles de color y de olor a primavera. Es lo bonito que tiene la fiesta de arranque del mayo cordobés, la Batalla de las Flores, que ayer volvió a dejar tras de sí un largo reguero de pétalos. En mañana nublada, con el calor justo para meterse en faena sin acabar sudando, centenares de cordobeses se concentraron ayer en La Victoria para intercambiar risas y buen rollo a clavelazo limpio. «¡Venga papi, si te atreves, dispárame un clavel!», gritaba ayer un niño en pleno fragor de la batalla. Y es que en esta fiesta son los pequeños y los mayores quienes más disfrutan, por más que para pelear haya que agacharse mil veces para recuperar nuevas balas del suelo. «Me va a doler hasta el cielo de la boca dentro de un rato, pero ahora lo estoy pasando en grande con mis nietas», aseguraba ayer una abuela dicharachera que debió doblar el torso más de mil veces para seguir el ritmo a la prole.

La Batalla de las Flores llegó este año con las pilas cargadas de fiesta, al cierre casi de las cruces de mayo y tras la celebración de la Romería de Santo Domingo, por exigencias del calendario religioso, que ha postergado la Semana Santa y, con ella todo lo demás. Para agradecer la entrega y la paciencia, la Federación de Peñas entregó ayer, por segundo año consecutivo, reconocimiento a las entidades que han elaborado las bellas carrozas que ayer desfilaron en la batalla.

Culminada esta cita, muchos acudieron a despedirse de las cruces, que ayer pusieron a las cinco de la tarde punto y final a una de las fiestas más callejeras y bulliciosas de este mes de las flores. Según informa el Ayuntamiento de Córdoba, «el buen ambiente» ha sido la tónica imperante, sin que se hayan registrado «incidencias reseñables», más allá de 13 multas por miccionar en la calle, tres por botellón y una atención por intoxicación etílica.