Rafael Moreno tiene 58 años y lleva 14 luchando contra la ataxia cerebelosa progresiva, una de los 400 formas en que se manifiesta esta enfermedad, de la que hoy se celebra el Día Internacional.

Rafael cuenta que empezó a notar los primeros síntomas con poco más de 30 años aunque tardó en ponerle nombre. La ataxia puede aparecer «en el nacimiento, tras una lesión en el cerebelo o, como en mi caso, de forma lenta y progresiva», relata.

Nunca fue un niño deportista, lo que ahora achaca a los problemas de movilidad y equilibrio latentes que se harían presentes en la edad adulta. La atrofia del cerebelo que causa la ataxia «produce un trastorno en la coordinación de movimientos sin que exista, aparentemente, una pérdida de fuerza que deriva en un deterioro de las funciones motoras, desde el equilibrio al habla».

Suele dar la cara por la presencia de temblores, dificultad para calcular las distancias, para realizar movimientos rápidos y alternos, para articular bien las palaras, tropiezos o movimientos involuntarios en los ojos. A día de hoy, la enfermedad «no tiene cura» por lo que solo es posible paliar algunos síntomas para mejorar la calidad de vida del paciente gracias a la rehabilitación neuropsicológica, terapias físicas y otras que ayuden al habla o la deglución. Según un estudio de la Sociedad Española de Neurología, más de 15.000 personas pueden padecer alguna ataxia hereditaria en España y en la mitad de los casos no se sabe cuál es el gen causante.

Pese a las dificultades, Rafael Moreno nunca pensó en renunciar al ejercicio de la profesión por la que siente una «auténtica vocación», asegura, «y ahora que la ataxia es más manifiesta» intenta adaptarse a la situación. Cada día se levanta y realiza una tabla de ejercicios antes de prepararse para ir al trabajo, relacionado con el tratamiento de adicciones, que desarrolla en tres municipios del norte de la provincia (Villanueva de Córdoba, Pozoblanco e Hinojosa).

En este momento, trabaja intensamente con un logopeda para contrarrestar los efectos de la enfermedad sobre su capacidad para hablar, «ya que mi trabajo depende en gran medida de la comunicación con los pacientes».

Ejemplo de superación, considera que «hay que esforzarse siempre para utilizar todas nuestras capacidades al máximo, ser útiles y colaborar con el entorno», por lo que da un consejo a quienes se enfrenten ahora a un diagnóstico similar: «El pronóstico no es el más alegre, pero hay que adaptarse y no deprimirse, se puede convivir con la ataxia y ser feliz, no se acaba el mundo».