«No hay ninguna foto de mi padre y no tengo ni idea de cómo era, ni tampoco mi hermano, yo solo tenía 4 años cuando se los llevaron. A partir de ese día sí recuerdo muchas cosas que quisiera olvidar pero no puedo». Así habla Remedios Gómez, de 87 años, hija y hermana de dos de los 11 hombres que desaparecieron del barrio de Santa Cruz el 20 de julio de 1936 y de los que nunca más se supo nada.

Pero sus familiares, amigos y vecinos no los han olvidado y desde ayer una placa con sus nombres les recuerda en la plaza de Andalucía de este núcleo poblacional. La alcaldesa de Córdoba, Isabel Ambrosio, estuvo presente en el acto y afirmó que «con estas actuaciones queremos rendir homenaje a las víctimas de aquella sinrazón, porque olvidarlas, como algunos parecen querer que hagamos, sería matarlas dos veces».

Ambrosio insistió en que «cuando algunas voces hablan de derogar la Ley de Memoria que por unanimidad aprobó el Parlamento de Andalucía, quiero decir alto y claro que mientras yo sea alcaldesa, desde este Ayuntamiento vamos a honrar siempre a las víctimas y mostrarle a la ciudadanía la importancia de los lugares más simbólicos de aquellos hechos».

La regidora, que nombró uno a uno a los once desaparecidos, quiso «pedir disculpas a sus familias, que ocho décadas después de la barbarie siguen sin tener un lugar donde llorar a sus seres queridos. Disculpas hacia quienes se han pasado toda su vida sin saber qué pasó con sus padres, abuelos, hermanos o hijos».

Lola Ventura, delegada de la Alcaldía en Santa Cruz y sobrina-nieta de uno de aquellos hombres, señala que «había una persona de la barriada, entonces pedanía de Montilla, que señaló a 11 personas por intereses, en algunos casos políticos, o por rencillas y llega la Guardia Civil y se los lleva. Es duro pensar que estás en tu casa y en cualquier momento puede suceder algo así. Para los hijos de las víctimas ha tenido que ser muy duro».

Remedios Gómez es una de esas hijas, que no sabe cómo era la cara de su padre ni la de su hermano, que no puede olvidar la imagen de su madre pelada al cero y barriendo la plaza de Andalucía, donde ahora se levanta la placa con los nombres de aquellas víctimas de la guerra civil. Cuando se llevaron a su padre y hermano un falangista ocupó su casa y «nos dejó una habitación por lástima, pero sin muebles. Dormíamos en el suelo con paja, así estuvimos cuatro años, los cuatro hermanos que quedamos y mi madre, que trabajaba en el campo de sol a sol», evoca Remedios. Hace un par de años, Remedios y otros familiares sintieron que quizá habían encontrado los restos de sus familiares en una fosa hallada cerca de Castro. Aún esperan las pruebas de ADN pero «los huesos estaban destrozados, habían arado por encima».

Quizá por todo esto, a la pregunta de qué siente ante el resurgir de la ultraderecha, Remedios Gómez pronuncia cuatro veces la palabra «pánico».