Isidro Molina se ha convertido en una de las caras más conocidas de las familias de desaparecidos cordobeses. Su hijo, Paco Molina, fue visto por última vez el 2 de julio del 2015, cuando tenía 16 años de edad. Al igual que otros familiares y que la Fundación QSD Global, ayer cogió el teléfono a la primera al recibir la llamada de este periódico, porque desde entonces se mantiene en alerta. Isidro recordó los primeros instantes de la desaparición, detallando que «iba casi todos los días a la comisaría insistiendo sobre las imágenes. Salía muchas veces llorando y me ponía a rezar y a pedirle a Dios que ayudara y que estuviera bien, porque veía que allí no hacían nada». De este modo, afirmó que «la desaparición de un menor era de alto riesgo y no se hizo nada», en alusión a una de las críticas más destacadas por esta familia, que lamenta que la Policía no rescatara las imágenes de numerosas cámaras que pudieron grabar a su hijo aquel 2 de julio. Junto a esto, destacó que «no entendemos por qué no pueden intervenir la Policía y la Guardia Civil a la vez» ya que, según comentó, en otros casos más mediáticos sí se ha hecho. Acerca de la labor actual, subrayó que hay una nueva línea de investigación abierta, sobre la que recientemente detalló que podría estar relacionada con personas mayores y el mundo de la política. Coincidiendo con otras opiniones, Isidro aseguró que «las familias no somos tratadas de forma igual. Hay dejadez al principio, como no tengas contactos o seas alguien en la vida social, no te hacen ningún caso».