Es preciso ponerse en lugar de los residentes de Maestro Priego López 20 para comprender el trance que están pasando en uno de los más veteranos inmuebles del popular barrio de Ciudad Jardín, con residentes en ocasiones de décadas.

En sus plantas, cada una con tres viviendas con puertas contiguas en un breve descansillo, muchos residentes aún en la mañana de ayer no se habían enterado del fallecimiento de Rosa, cuyo cuerpo había sido encontrado unas 24 horas antes. Tampoco, lógicamente, habían sabido de las entradas y salidas de los empleados del servicio funerario ni de la Policía Científica. Se guardaba discreción. Incluso, se pidió a la Policía que retirara el ostentoso precinto policial de la puerta de Rosa, unas cintas cruzadas que nadie iba a tocar pero que, sin embargo, sí asustaban al vecindario. En la tarde de ayer, después de que se conociera a través de la web de este periódico y las redes sociales la noticia de la muerte de Rosa y, poco después, de la confesión de una vecina, el mutismo pasó a ser total ante todo desconocido que llegara al bloque.