La trayectoria vital de Rafael Carrillo, el fundador del restaurante El Churrasco, está unida a la hostelería. Se jubiló hace algún tiempo, pero prácticamente todos los días se acerca por el restaurante porque «dónde voy a ir que esté mejor que en mi casa».

El Churrasco abrió sus puertas en 1970 en una época en la que, como destaca, «no venían tantos turistas», menos aún a un pequeño mesón situado frente al hospital de Agudos de Cardenal Salazar. Junto a su mujer, y con muy poco dinero, pero muchas ganas, fue haciéndose clientela y logró que las personas que vivían en el centro y tenían más recursos empezaran a visitar su restaurante. Y todo porque Rafael pensó que sería buena idea ofrecer «productos que no se vendían en ningún sitio» de Córdoba, como sus churrascos.

El restaurante fue ganándose la confianza y el reconocimiento de los cordobeses y, con los años, de quienes han venido a la ciudad. De hecho, por su establecimiento han pasado jefes de estado y de gobierno de distintas partes del planeta, pintores, músicos, políticos, actores y, por supuesto, poetas. Recuerda, con el sentido del humor que siempre le acompaña, los días en que autores como Juan Bernier, Ginés Liébana o Pablo García Baena iban a comer a su casa, pero «no sabían lo que pasaba a su alrededor porque siempre comían con un libro».