En un banco de la avenida Gran Capitán, Eduardo observaba el tránsito de gente que inundaba el centro de la ciudad. Eran las 12.00 y las suaves temperaturas permitían a los cordobeses hacer vida en la calle. La Asociación Estatal de Meteorología (Aemet) había previsto 32 grados de máxima. Un día más, julio dejaba respirar a una ciudad acostumbrada a olas sofocantes de calor. «Los veranos suelen comenzar en mayo, pero este año ha empezado, ha pasado y ha vuelto a comenzar. No recuerdo un verano como este», señalaba ayer Eduardo.

Hace un año, el 13 de julio del 2017, Córdoba hizo historia en los registros meteorológicos. Los termómetros alcanzaron los 46,9 grados en la capital. La máxima hasta entonces habían sido los 46,6 grados registrados el 23 de julio de 1995. En la provincia, los 47,3 grados de Montoro batieron el récord nacional de altas temperaturas. Ayer, la Aemet situó el mínimo de la ciudad en los 17,6 y la máxima en 31,7 grados, 15,2 menos que el año anterior. Córdoba está viviendo una época estival anormal en comparación con el clima típico. «Este verano apenas hemos llegado a los 40 grados», señalaban Tere y Luciano mientras paseaban por la calle. La pareja no se equivocaba. Este verano, la ciudad ha llegado en contadas ocasiones a esos niveles. Eduardo piensa que «es un poco irregular, no es muy normal». «Las temperaturas están más bajas. Es una delicia», continúa. «Me permite pasear más, estar más tiempo en la calle, dormir mejor y gastar bastante menos luz. Lo firmo para años venideros», contaba el hombre.

Una parte de los cordobeses agradece el respiro que el verano les está dando. Y lo aprovechan. Un respiro que se prolongará, al menos, en los próximos días. Según la Aemet, las máximas se mantendrán hasta el martes, con la excepción del sábado, que llegarán a los 34 grados. El martes subirán hasta los 37, pero volverán a caer progresivamente en los dos días posteriores. Por otra parte, las mínimas bajarán hasta los 14 el domingo y variarán entre los 16 y los 18 la primera mitad de la semana siguiente. Miguel pasa las mañanas con la calma que le da la edad. «Los ha habido mejores y peores. Estos últimos casi siempre», contaba y reía con complicidad.