Los habitantes de El Quiñón definen su espacio como una comunidad. Nacido en las afueras de Córdoba hace dos décadas como centro cultural alternativo donde era posible ir a degustar comida ecológica y escuchar un concierto, con los años se ha transformado en lugar de convivencia atípico. Quizás, el germen de la vivienda colaborativa o el cohousing en Córdoba. Diez años después de que la parte más visible al público cerrara, El Quiñón sigue vivo y ofrece una amplia variedad de actividades de crecimiento personal en un entorno rural muy próximo a la ciudad en el que además conviven unas 20 familias unidas por una filosofía de conciencia ecológica y espiritual. «Los que llegan aquí van ligeros de equipaje», explica Arturo, impulsor del proyecto, «muchos son artistas, hortelanos, artesanos de un amplio espectro de edades, con o sin hijos, separados o no, que vienen y se quedan a vivir un tiempo o para siempre». Su filosofía es vivir tranquilos y dejar que cada uno aporte a la comunidad lo que puede. «Este proyecto es el resultado de una evolución natural», afirma, que además resulta muy atractivo por lo que siempre hay interesados en sumarse a la comunidad. En El Quiñón parece no existir un plan prediseñado. Su destino está marcado por las personas que lo habitan, que compaginan su actividad profesional con la vida en común y las actividades que se ofrecen.