Lucir tatuajes está de moda. En España, entre un 20 y un 30% de la población está tatuada. Letras, símbolos, dibujos y líneas constituyen las cicatrices que fascinan a la ciudadanía cordobesa. Todo un arte desplegado en base a la solicitud del demandante y la creatividad del tatuador. Deja a la luz en la piel auténticos cuadros y escenas dignas de análisis y admiración. Desde pequeños adolescentes revolucionarios hasta abuelos jubilados.

Con tinta y aguja, el profesional de esta esfera convierte en tangible esa idea imaginada por el cliente que le acompañará el resto de su vida, si este no decide eliminarlo. Y es que cada vez son más los estudios de tatuaje que abren en Córdoba, con tal de dar respuesta a la presente demanda que circula en la ciudad. Desde hace una década los profesionales del sector constatan un auge exponencial del negocio de tatuadores en España, aunque no existen cifras oficiales.

Covid y tatuajes

El covid-19 podría haber planteado el peor de los escenarios para este negocio. Sin embargo, a los tatuadores les va mejor que nunca, tal y como ha experimentado el estudio Fer Tattoo. Al frente del mismo está Fernando Sánchez, que relata que este vaivén económico-sanitario no ha hecho más que impulsar y alentar el número de reservas. «Tengo más trabajo que antes. En estado de alarma paramos, y cuando empezamos el día 11 fue una locura. No me esperaba tanto trabajo, seguí con la agenda tal y como la tenía cuando comenzó el confinamiento y ahora está llena hasta octubre».

Para su negocio, el balance que hace de esta época del coronavirus es «muy positivo». Este tatuador vinculado al mundo del arte vio en esta industria en ebullición la oportunidad para reinventar su camino. Tras 12 años creando y representando los deseos de los cordobeses, asegura que el perfil de clientes que más frecuentan su establecimiento son mujeres, además de ser las más atrevidas y decididas. «Mi porcentaje de clientes son un 70% mujeres y 30% hombres. La mujer viene con el tatuaje más pensado, las ideas más claras. A un hombre a lo mejor le puedes cambiar un poquito el diseño», cuenta.

Otros de los profesionales de este campo, Toni García, quien dirige Inkviati Tattoo Estudio, reconoce que no se fija en si sus clientes son mujeres u hombres. «Me gustaría pensar que no están estereotipados, tengo clientas que se hacen auténticas obras de arte enormes, sin miedo ni complejos, y clientes que llevan pequeños detallistas simbólicos».

Ni catálogo ni tendencias existen para Sánchez. Caracterizado por un estilo en blanco y negro, geométrico, elegante y sencillo, persigue «hacer cosas diferentes que no lleve todo el mundo». Al margen de esas inevitables modas pasajeras, «me gusta que la gente me explique lo que se quiere hacer, lo que quiere representar en el tatuaje y dentro de eso hacer algo que vaya con él, que sea estético, fino y que le guste».

Por su lado, García no cree en los iconos de las modas ni los conoce, pero lo que sí asegura es que últimamente, en lo que a estilos se refiere, el realismo está en auge. A pesar de que son muchos los que critican esta profesión, Sánchez considera que «cada día se valora más, hoy es un oficio como otro cualquiera y se puede vivir perfectamente de él. Estaremos más o menos criticados, habrá o no prejuicios. Pero la gente valora el arte». Y es que, como expone García, no dejan de ser un gremio más que ofrecen un servicio vitalicio. «¿No es eso un hecho como para merecer algo de respeto?», pregunta.

¿Y qué me tatúo?

Ciudadanos como la joven cordobesa de 21 años, Eva Moya, acaba de grabar en su cuerpo el tatuaje número 4. Para ella, estas representaciones gráficas no son tatuajes, son vivencias y recuerdos que no quiere dejar escapar, «es algo que me ha marcado y quiero marcarlo en mi piel», declara Eva Moya.

En la espalda, en el costado, en el brazo y en el tobillo. Cuatro tatuajes que van reflejando los distintos momentos que perpetúan sus emociones. ¿Por qué? Moya reconoce que la reflexión fue un factor imprescindible la primera vez que acudió a un establecimiento de esta índole, con la clara intención de no arrepentirse. «Después no lo pensé tanto. Poder sentir cómo te los hacen es algo que engancha». El tatuaje ha pasado a ser la marca de toda una generación.