De un tiempo a esta parte, a raíz de que personajes conocidos del mundo del folclore o la política han sido encarcelados, han empezado a trascender detalles sobre cuestiones de la vida diaria de un centro penitenciario como la comida que se sirve a los internos en días señalados como la Navidad. El Boletín Oficial del Estado publicó ayer el contrato de suministro de materias primas para la alimentación de los presos de cinco cárceles andaluzas, entre ellas la de Córdoba, por un importe de casi 6 millones de euros. Dicho contrato incluye 22 adjudicaciones a nueve empresas, las que ofrecieron «la oferta más ventajosa para la Administración»; ninguna, lamentablemente es de Córdoba. Los aceites, la leche, las pastas y las sopas son cosa de plataforma Femar, de Sevilla; las aves y caza fresca, de Sada PA Andalucía, también de Sevilla. Aceites Málaga tiene adjudicada la bollería, los productos en porciones y las salsas de mesa. La carne fresca y los huevos se compran a Masilba, de Sevilla mientras las especias, caldos, condimentos, legumbres y arroz llegan de Toledo, de la empresa Hermanos Vidal. Los ovoproductos son cosa de Juan José Sola Ricca, también de Sevilla, los postres lácteos se compran a Danone, mientras los precocinados, el pescado y la verdura congelada se han adjudicado a Congelados Escobar, de Huelva. Una empresa de Badajoz, Andrés Marín Márquez, surte de verdura y hortalizas frescas, de patatas, cebollas, ajos y de frutas a las cinco prisiones.

Con estas materias primas, según fuentes contrastadas, una veintena de presos prepara cada día los menús para más de 1.300 internos, supervisados por cuatro cocineros (en cocina están con un cocinero menos porque no se ha cubierto una baja). Los menús, sometidos a diario a control médico para garantizar el aporte calórico y la dieta equilibrada, incluyen pan elaborado en la panadería de la cárcel. A excepción de los musulmanes (sin cerdo) y los que tienen prescripción médica, todo el mundo recibe lo mismo, si bien «se desperdicia mucha comida». Según las fuentes, los platos de cuchara vuelven a menudo a cocina enteros, ya que hay internos a los que no les gusta y prefieren «tirar de economato» o comer solo un plato.