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Sigue el día a día de la misión en Líbano y las fotogalerías en www.diariocordoba.com

Ya no más sobresaltos al grito clave de "puercoespín azul" (y en inglés a toda pastilla), ni más carreras, patrullas y kilómetros por valles y cuestas imposibles. Nada de Skype, Wassap ni estafeta. Ni GTLPs ni Ucimics ni Seceast de aquí para allá. Dos huevos fritos con patatas, cerveza de barril helada, cientos de abrazos y treinta y pico días de descanso ganados a pulso sin más necesidad de constatación que pasar las primeras 24 horas con los nuestros . Es muy fácil.

La base Miguel de Cervantes de Marjayún, la envidia de las decenas de posiciones multinacionales del lugar --dicho por todos los cascos azules que la han visto--, se quedó ayer sin unos 250 militares de la Brigada Guzmán el Bueno X de Cerro Muriano después de seis meses de trabajo con Naciones Unidas. 24 horas, 7 días a la semana. Por eso, el mero cálculo matemático de horas, jornadas de vigilancia, apoyo, calma y tensión no dan para compensar las primas por misión que, sin ir más lejos, saltaron ayer de nuevo por los aires para quienes partieron para casa con uno menos en el equipo: el cabo Soria, fallecido en el incidente de Ghajar con Israel.

Fue una despedida extraña. Mucho silencio. A las siete en punto de la tarde se fueron. Ni un minuto antes ni otro después. Hora zulú más dos. El patio de la base, que preside las banderas española, salvadoreña, indonesia, nepalí, serbia, brasileña, china..., y al pie de las placas que recuerdan a los caídos, se llenó en apenas diez minutos de autocares (hasta siete), blindados, ambulancias y casi todo el personal posible.

En una hora todos fuera escoltados camino del aeropuerto de Beirut con el general Ruiz Olmos saludando uno a uno a los vehículos del convoy militar en la última de las misiones en Líbano, la más esperada de todas: la vuelta a casa.

Sin embargo, con Soria en el recuerdo de sus compañeros, la moral del militar en el exterior es reciclable como pocas. Llevan días de despedida, ayer, en la terraza improvisada de la cantina también había fiesta, abrazos, banderas, intercambio de móviles y propósitos de encuentro con otros compañeros de unidad de otros lugares, de otros países. Algunos brasileños aprovecharán el viaje para hacer turismo por España con sus familias. Otros no ven el momento de cruzar el charco para reunirse también con los suyos. Porque Marjayún, base principal del sector este de la misión de Naciones Unidas en Líbano, es una pequeña ciudad multinacional, multicultural y multiétnica de más de medio millar de militares organizados al milímetro. Quizás tal vez por eso, porque se trata de un engranaje que va encajando piezas una a otra, la marcha de un tercio de su población se nota. Sobre todo la primera noche. Y es que hoy, casi al mismo tiempo que llegarán a Sevilla los casi 250 militares españoles, salvadoreños y brasileños, llegarán también a la base Miguel de Cervantes en un número aproximado sus relevos procedentes de la Brigada Guadarrama XII de El Goloso (Madrid). Permanecerán aún unos días con los cordobeses antes de la transferencia de autoridad (TOA). Inaugurarán otras actuaciones en escuelas, carreteras, canalizaciones... Pero también seguirán dando seguridad a un sector pegado a Israel y el Golán en una calma tensa. Una zona clave de Oriente Medio capaz de arrebatar vidas como de acoger millones de refugiados sirios y palestinos. Una zona que echando un vistazo a fotografías de hace pocos años, gracias al trabajo de gente como los de la Guzmán el Bueno, aquí en su cuarta misión, ha permitido que mejoren las carreteras, los cultivos, la educación, bases de una estabilidad que se nota al paso de los cascos azules cuando visitas cualquiera de los mucho pueblos que la salpican.

"Nosotros somos imprescindibles hasta el último día", le decía un Guardia Civil a un suboficial antes del último abrazo camino del autocar. "Estoy hasta pensando montar un cuartelito ahí arriba", añadía señalando una de las crestas que rodean la base en dirección al Golán, plagada de canteras y posiciones de Unifil.

A las seis de la mañana, tras la primera jornada intensa del inicio de la vigésimo tercera misión, está prevista la llegada de los madrileños. Es posible que a la misma hora, o antes o después al ritmo lento que marca Líbano, hagan lo mismo los cordobeses en Sevilla. Allí les aguardarán todos sus familiares, como siempre, como las veces anteriores. Y aunque todos hablan de lo duros que se han hecho los seis meses nunca lo podrán olvidar. Ni a Líbano ni al compañero Soria.