La ceremonia de hoy de entrega de los Potros de Oro, Plata y Bronce por la Federación de Peñas viene a marcar en la práctica el cierre del calendario de fiestas populares y tradicionales, hasta la llegada del programa navideño, que arrancará un nuevo ciclo. Quizá no haya mejor momento para hacer una reflexión sobre lo que supone este tipo de eventos para la ciudad y analizar tanto su coste como los beneficios económicos y, lo que es aún más importante, el rédito social.

Sin embargo, el primer problema es definir exactamente qué se entiende por «fiesta popular» o «tradicional», con tantas citas tan diversas y difíciles de clasificar.

Y es que, si no hay duda de que, por ejemplo, la Feria de Mayo, la Fiesta de los Patios (cuyo carácter de celebración popular reconoce hasta la Unesco) o las romerías de Linares y Santo Domingo son clarísimas fiestas populares y tradicionales, todo se complica cuando la iniciativa es privada, como en el caso de catas monográficas de vino y cerveza (amén de la ya plenamente consolidada Cata de Vino Montilla-Moriles de primavera), el Mercado Medieval u otras iniciativas recientes como el Festival Internacional Flora, impulsado por la cadena Zizai Hotels.

Son también los casos de eventos que sobrepasan lo festivo y tienen un fuerte carácter cultural (Noche Blanca del Flamenco) o con una destacada programación de espectáculos (parte de la agenda del Festival de la Guitarra, el Festival de Jazz, aspectos del programa de Utopía) o con un origen social y asociativo, como algunos días del vecino, las Jornadas por la Paz del Distrito Sur o la Noche Verde, de la Asomadilla. Más aún: ¿habría que incluir entre las manifestaciones festivas populares las que poseen un componente religioso principal? ¿Es también una fiesta popular y tradicional la Semana Santa?

Los fríos números

Por ello, y para intentar llegar a alguna conclusión clara, quizá sea bueno ceñirnos a un grupo muy concreto de fiestas populares: las que gestiona o coorganiza el departamento de Ferias y Festejos del Ayuntamiento de Córdoba. Es la hora de las cifras.Con datos oficiales del departamento del año 2017, y por orden de calendario, el programa de Navidad (incluida la Cabalgata de Reyes) contó con un presupuesto de 256.060 euros; las 6 cabalgatas de Reyes de las barriadas periféricas, 26.000 euros; el Mercado Medieval se organiza con coste cero; el Carnaval, 97.600 euros; la Cata del Vino, una aportación municipal de 10.000 euros; las Cruces, 60.340; la Fiesta de los Patios y el Concurso de rejas y Balcones 316.688 euros; la Feria, 458.651 euros; la Feria de las 6 barriadas Periféricas, 95.015 euros, y las verbenas en los barrios (incluyendo la Velá de la Fuensanta), 33.700 euros. A ello hay que sumar el convenio con la Federación de Peñas, 129.769 euros que permiten organizar y celebrar las romerías de Santo Domingo y Linares, la Batalla de las Flores, coorganizar la Cabalga de Reyes, el Día de Convivencia de las Peñas, otros actos por San Rafael…

Se pone mucho más

En total: la inversión municipal es de 1.483.823,29 euros, incluidas las aportaciones de los patrocinadores. Aunque hay que sumar más, mucho más.

De entrada, habría que contar el ya comentado esfuerzo de los patrocinadores de determinados eventos (75.000 euros entre el Concurso de Cruces, de Patios, Feria, Cabalgata de Reyes, etcétera; aunque ya con el Festival Flora esta cantidad ha rondado los 700.000 euros). También hay que añadir el esfuerzo económico o en especies que hacen otros departamentos y áreas municipales y de otras administraciones. Es el caso de los 120.000 euros anuales del área municipal de Infraestructuras para acondicionar El Arenal para la feria o los montajes de módulos para las verbenas y ferias de la periferia, el esfuerzo de Sadeco para la recogida de residuos en las cruces, el coste en personal de la Policía Local en casi todos los eventos, la aportación cada año mayor de la Diputación o las jornadas que emplea la Policía Nacional. Y por supuesto, lo que ponen los colectivos y la iniciativa privada en general, con asociaciones coorganizadoras y participantes que apuestan por la Feria de Córdoba (el montaje y pago de gastos fijos de una caseta ya rarísima vez baja de los 12.000 euros), asociaciones carnavalescas que invierten lo que venden en lotería y pagan en cuotas durante todo el año, expositores y Consejo Regulador de la DO en la Cata de Vino, materiales y gastos de mantenimiento y mejora de los cuidadores de los patios y un larguísimo etcétera. Y todo ello sin entrar a cuantificar las miles de horas gratuitas de trabajo voluntario de peñas, agrupaciones carnavalescas, colectivos y participantes en la feria, montaje de las cruces, organización del programa de verbenas y ferias en las barriadas, etcétera.

Ahora bien: ¿qué obtiene la ciudad de todo este esfuerzo económico y humano?

Habría una forma un tanto burda de aproximarnos a ello: viendo el número de visitas que reciben los eventos en relación a la inversión municipal realizada. Así, encontraríamos que la Cata del Vino es para el Ayuntamiento su inversión más rentable en fiestas, con una visita por cada 11 céntimos gastados. En segundo lugar estarían Las Cruces (0,30 euros por visita o participante), seguida de la Feria (0,48 euros por asistente), mientras que el último lugar lo ocuparía el Carnaval (1,63 euros por asistente o espectador) .

Sin embargo, y por muy curiosos que sean estos datos, sacar conclusiones de estos ratios nos llevará forzosamente a conclusiones pueriles. Pero hay formas más científicas y serias de calcular el retorno económico y social que las fiestas populares suponen para la ciudad.

Dinero ‘de vuelta’

En primer lugar, desde el punto de vista exclusivamente económico, calculando el beneficios que obtiene con esa fiesta la hostelería, los colectivos organizadores, la imagen para la ciudad, el sector transportes, el aumento de tasas y tributos posteriores… Lamentablemente no se ha hecho un estudio global del impacto económico de todas las fiestas en Córdoba. Sin embargo, y afortunadamente, análisis como los de Javier Martín, de F&J Martín Asociados, han servido para constatar el impacto en aumento de la Fiesta de los Patios en la ciudad, que se cifra y por encima de 8,2 millones, mientras que la Cata del Vino, por ejemplo, aporta un retorno de 2,2 millones de euros. Otro ejemplo, aunque no se trate estrictamente de un ciclo popular festivo: la Semana Santa. Hace una década se calculó que esta manifestación tradicional tiene un impacto a lo largo del año, y contando todas las actividades cofrades de las 50 cofradías cordobesas, de 42 millones de euros. Este año, se estima la cifra en 60 millones.

En segundo término, se encuentra el papel que tienen las fiestas para redistribuir la renta en la ciudad gracias al trabajo que genera y al ayudar a costear las actividades anuales de los propios colectivos organizadores.

Por último, el presidente de la Asociación de Antropología de Córdoba, Carlos Cabrera Ponce de León, reitera a CÓRDOBA lo mucho que hay escrito sobre el papel de las fiestas como vertebradoras de la sociedad en todas su facetas. Solo un ejemplo práctico: si no fuera por el carnaval, las romerías o los coros rocieros, a los que sus componentes dedican cientos de horas de ensayos y trabajo, la vida social de miles de cordobeses se vería brutalmente mermada.

Ya lo dijo el poeta, que «solo el necio confunde valor y precio». Y eso también vale para las fiestas.