La política en tiempo de coronavirus coronavirusse puede hacer en pijama. Al menos, en pijama, de cintura para abajo, de modo que siempre se te vea presentable si haces una videoconferencia con tus compañeros de partido o, más aún, con los de la oposición, que suelen referir más. Mi madre tuvo un jefe muy práctico, Paco, que solo se planchaba las partes de la camisa que le asomaban por el jersey, o sea, puños y cuello. Pues algo así pasa en la política de los tiempos extraños del coronavirus, que se puede hacer en chándal sin ser Nicolás Maduro (al que han puesto precio por su cabeza como en el salvaje oeste), con la canción de Martirio de fondo, que decía eso de arreglá pero informal.

Los políticos cordobeses se sumaron desde el principio del confinamiento a los formatos impuestos por las restricciones de la movilidad y grabaron vídeos desde todas las estancias de sus hogares. Así hemos conocido la profusa cristalería que la primera teniente de alcalde, Isabel Albás, tiene en su salón; el telescopio y el papel floreado de las paredes de la casa de la portavoz socialista, Isabel Ambrosio, y hasta las fotografías que el alcalde, José María Bellido, tiene en la entradita (hall por los más finos). Con el alcalde, estos días, hemos celebrado hasta su cumpleaños, un episodio doméstico que de no ser por el coronavirus no hubiera saltado a la actualidad informativa de los periódicos.

El coronavirus ha colapsado la actualidad informativa de Córdoba y se ha convertido en el único tema de la política municipal, entretenida hasta hace apenas dos semanas en asuntos como la negociación del presupuesto municipal, la cesión de Caballerizas Reales o la gestión al frente del Imdeco del concejal de Ciudadanos Manuel Torrejimeno, salvado por la campana del covid-19 de tener que comparecer en el Pleno. Todo ha quedado aparcado en la cuneta de nuestras vidas, hasta que el Estado nos levante el confinamiento y salgamos a los bares como los toros de la Jandilla por la calle Estafeta el 7 de julio.

Además del aspecto tecnológico, que ha permitido celebrar ya hasta consejos de administración de manera telemática y pronto hasta plenos (merecería un artículo aparte el milagro obrado por la Delegación de Transformación Digital, con la edil Lourdes Morales y la directora general Maribel Alcántara, en la sede electrónica), el coronavirus ha provocado una concentración de poder casi total en torno a la figura del alcalde. Para hacer más ágil la toma de decisiones y la gestión, José María Bellido ha aglutinado prácticamente todos los poderes de la junta de gobierno local y ha gobernado a golpe de decreto anticipándose en muchos casos a las decisiones que se han ido tomando incluso a nivel estatal. Tampoco ha entrado en críticas estériles -algo en lo que están concentrados sus compañeros de partido a nivel nacional- y ha aparcado el análisis y la crítica política a la vida después del covid-19.

Dicha concentración de poderes ha eclipsado al resto de su equipo, incluidos sus socios de Ciudadanos y a la primera teniente de alcalde, Isabel Albás, que está teniéndose que conformar con un papel secundario. Se intuyen, cómo no, tensiones internas en el gobierno municipal, al igual que está ocurriendo en la alianza entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Tampoco son buenos tiempos para la oposición, obligada a ser convidado de piedra en una trama en la que el riesgo de criticar la desgracia puede provocar el efecto del buitre en la carroña. La portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Córdoba, Isabel Ambrosio, no ha entrado en eso y ha mantenido un perfil institucional y colaborativo en la mayoría de las ocasiones (solo ha salido a criticar la situación de Rabanales 21, ajena al covid-19). Algunos concejales han tratado de romper ese silencio informativo que se ha cebado con todo lo que no sea coronavirus, por ejemplo escribiendo artículos, como los portavoces de IU y Podemos, Pedro García y Cristina Pedrajas. Y también hay quien ha apostado por formatos musicales y se ha lanzado a cantar para amenizar el confinamiento. Así lo hizo el presidente del PP cordobés, Adolfo Molina, que eligió para la ocasión Alfonsina y el mar. La crítica musical, otro día.