Daniel Navarro es el único cordobés nacido en la capital de los siete agentes, seis hombres y una mujer, que ayer empezaron a prestar servicio en la Policía Local de Córdoba. El agente se incorpora a una plantilla que lo ha recibido con los brazos abiertos. No es para menos. Al cuerpo no entraba nadie --a excepción de otros siete agentes de la misma convocatoria de oposiciones que Daniel, que no han tenido que pasar por la escuela de prácticas-- desde el año 2009. Ahí es nada.

«Ahora solo nos faltan doscientos más», bromea José Caro, el veterano que lo acompaña en su primer día de servicio, y que es consciente, como el resto de sus compañeros y el propio equipo de gobierno, de las carencias de personal, agravadas desde que los policías locales se han podido sumar a la jubilación anticipada, que ya disfrutaban otros cuerpos. La promesa de PP y Cs pasa por incorporar en los próximos cuatro años agentes suficientes para recuperar la ratio de 1,5 por cada mil habitantes que recomienda la FEMP. Ahora, hay 350 policías locales en Córdoba. Se estima que faltan 140. En marcha, pendiente de publicarse en el BOJA, hay una convocatoria para 97 plazas. Detrás de esa expectativa, miles de opositores de toda España. Así está el patio.

Daniel tiene 37 años, una década de opositor a sus espaldas, y un agradecimiento infinito a sus padres y a sus abuelos, que han sufragado esta carrera de fondo: «He trabajado puntualmente, poniendo copas y de guardia de seguridad, pero los últimos años, sin ellos, no lo hubiera conseguido», explica. Con novia pero sin planes de independencia hasta el lunes, cuando firmó el decreto que lo convirtió en funcionario de carrera: «Ahora ya no me escapo», puntualiza quien ha pasado de cobrar unos 600 euros mientras hacía las prácticas, ya aprobada la oposición, en la Escuela de Seguridad Pública de Andalucía (ESPA), a los cerca de 2.000 euros que percibirá ahora. «Esto es un sueño, trabajar en mi ciudad, después de tantos años opositando. Me he presentado muchas veces, en toda Andalucía», dice orgulloso de su gesta.

Con 48 años y desde los 23 trabajando en la Policía Local, primero en Lucena y, por fin, en Córdoba, José, que le ha dado ya varios consejos al nuevo. Algunos de tipo práctico: que se mantenga en forma y se recicle; que suba el cristal cuando hable con un sospechoso; que hable con cercanía, pero que guarde las distancias; que calcule qué multa no hay más remedio que poner y cuál se puede bonificar. Y consejos de carácter más filosófico: «Le he dicho que aprenda y desconecte. Lo bonito de esto es que cada día es diferente. Hay que saber actuar, pero también ser flexible».

Los policías se montan en el coche en capitulares. Foto: FRANCISCO GONZÁLEZ

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El nuevo, por su parte, ya ha aprendido una lección básica del manual del buen policía local: todo el mundo tiene una excusa y todos tratan de ser agradables, al menos hasta que son multados. «Han sido solo cinco minutos». «Estaba esperando a que baje mi mujer un momentito y ya me iba». «No he visto el semáforo en rojo». «He cogido el móvil, pero no lo cojo nunca»... En fin.

Fuego, sanciones, consejos

«Estamos mal vistos, como digo yo, por el boli, por las multas. Pero la Policía Local es mucho más que tráfico», afirma José al repasar la jornada de trabajo de ayer. En el parte inicial se reflejaban unas tareas: vigilar las zonas de carga y descarga en el distrito Levante, una citación judicial para localizar a una mujer por delitos leves o la ronda habitual (desde hace un par de semanas) por la zona del Alpargate para comprobar que todo está en orden. A todo eso, los agentes le sumaron ayer varios imprevistos: una intervención en un posible caso de violencia de género, un incendio de pastos en la zona del Arenal, la advertencia a una mujer que circulaba en un patinete con un niño pequeño, un pinchazo de la rueda de su coche patrulla --la flota de la Policía Local está a la espera desde hace meses de 19 vehículos nuevos--, la localización de un coche abandonado...

A las doce de la mañana ya llevaban todo eso, además de varias multas. «La primera que he puesto ha sido a un vehículo estacionado en una zona de uso exclusivo para minusválidos. Un clásico. Es de las graves, pero si se paga antes, se bonifica al 50%», comenta Daniel. Los dos policías han pasado por alto otras tantas infracciones. Doy fe (también de que nadie se quita cuando suena la sirena). «Mira, ese se ha saltado el semáforo; ese está en carga y descarga; aquel va hablando con el móvil... Si nos paráramos en todo, no terminaríamos nunca», apunta José para añadir que las que no se pueden evitar son las multas por alcoholemia o circular sin seguro (1.500 euros).

«Pero el tráfico al final es lo de menos. Una infracción se corrige y punto. Aunque, como te digo es lo que más se ve, la Policía Local hace otras muchas cosas de tipo social, como la atención a mayores en su domicilio que, por ejemplo, sufren caídas. El otro día le devolvimos a un taxista de Málaga 280 euros y evitamos que un hombre se tirara por el puente, y eso nadie lo cuenta», lamenta. De hecho, para este veterano, que reconoce haber sufrido en muchos servicios, «lo más duro es ver a las personas pasarlo mal de verdad, o el fallecimiento de gente joven. Eso no se olvida». «Con este trabajo se sufre, por eso hay que aprender a desconectar», añade.

A partir de septiembre, los nuevos policías locales empezarán a prestar servicio sin el apoyo de los veteranos. Lo harán con un compañero, al que en principio podrán elegir. «Esto es como un matrimonio, son muchas horas de trabajo. Hay que buscar al mejor, que no siempre tiene por qué ser tu amigo», aconseja José, que al mirar a Daniel concluye diciendo: «Le irá bien, tiene buenas cualidades».