Desiré Valencia dejó de pagar la hipoteca cuando tuvo que elegir entre lo importante y lo urgente y decidió que lo urgente era comer y pagar los suministros, sobrevivir. Tenían una cuota de hipoteca no muy alta por una deuda de 54.000 euros avalada por los padres de ella y estiraron los escasos ingresos que recibían hasta que éstos dejaron de llegar. «Tengo dos hijos así que llevamos unos cuantos años haciendo malabares, pero entre darles de comer y pagar la hipoteca, eliges lo primero». Con la amenaza de desahucio pisándoles los talones, decidieron acudir a la Asociación de Familias Necesitadas Anfane para pedir asesoramiento. «Mediaron con el banco para negociar una salida y en dos meses se solucionó el tema», explica Desiré. «Hemos firmado un acuerdo por el Código de Buenas Prácticas y ahora tenemos una prórroga de cinco años pagando nueve euros al mes». En este tiempo, confían en que la situación laboral dé un giro y con ella sus ingresos. Desiré, auxiliar de enfermería, trabajó como cuidadora para una residencia de la Diputación hasta que dejaron de contratarla. Su marido está enfermo, a la espera de que se le reconozca una discapacidad. «Seguimos teniendo problemas, pero ahora tenemos tiempo para buscar una solución sin la angustia de saber que te pueden echar de tu casa».

Isabel Ordóñez sabe bien lo que es no dormir por el temor a que te echen de tu casa. Ella y su marido compraron una casa en el 2005. «La carnicería que teníamos iba bien y necesitábamos más sitio para nuestros tres hijos y mi madre, enferma de Alzheimer». La crisis se cruzó en el camino y el negocio empezó a ir mal mientras la cuota de su hipoteca se disparaba. «Llegamos a pagar 1.185 euros al mes», comenta. La madre de Isabel, por la que ella recibía una paga, falleció, mermando aún más los ingresos familiares y la casa se convirtió en una condena. «Tuvimos que dejar de pagar», explica Isabel, «lo peor era que aunque nos fuéramos de la casa seguiríamos teniendo la deuda». El acuerdo por el Código de Buenas Prácticas que han logrado gracias a la mediación de Anfane, ha dado un giro a sus vidas. «Tenemos cinco años con una cuota de 100 euros y las cosas van a mejor, yo he conseguido trabajo en un hostal y mi marido ha cerrado la carnicería y ha encontrado un trabajo de media jornada».

El caso de Rocío, una joven de 35 años sin hijos, es distinto. La solución a sus problemas fue la dación en pago. «Compré un piso con mi pareja y luego nos separamos», explica. Ella se quedó con la vivienda y una cuota que llegó a superar los mil euros. «Te educan para que pagues tus deudas y nunca pensé en dejar de hacerlo, pero llegó un momento en que no podía e intenté negociar con el banco». Encomendó la tarea a una asociación, «pero no movieron los papeles» y después de varios años, le llegó el aviso de ejecución. Un amigo le habló de Anfane. «En 15 días, firmé la dación en pago y ahora soy una persona nueva, sin piso, pero sobre todo, sin deuda, estoy feliz, vivo de alquiler y aún no sé si algún día volveré a hipotecarme».

Anfane, que desde enero tiene su sede en la autoescuela Cefoco (calle Hermano Luján s/n) evitó el año pasado el desahucio de más de 200 familias, según Rafael Cidres, su presidente, que trabaja por «los derechos básicos de las personas» junto a otras tres personas, los cuatro en situación de desempleo. La asociación funciona con la cuota de 1 euro al mes que aportan los más de 400 socios que tiene.