«Un periodista libre no desespera y lucha por lo que considera verdadero como si su acción pudiera influir en los eventos». Así lo escribió Albert Camus. El texto, que tenía que haberse publicado en el periódico de su Argelia natal Le Soir Republicane el 25 de noviembre de 1939, tres meses después del arranque de la II Guerra Mundial, fue censurado y no vio la luz hasta la primavera del 2012, unos 73 años después de ser redactado. Las balas y las líneas rojas trazadas por el régimen del terror que se propagaba por el mundo silenciaron entonces lo que ahora los futuros profesionales de la información estudian en las facultades como un pilar para el periodismo.

Es cierto que estos días no huele a pólvora en la atmósfera, ni silban los proyectiles sobre las trincheras, pero hay un enemigo invisible llamado coronavirus coronavirusque también mata y amenaza al global de la humanidad. Como los monstruos de McReady, ha aparecido de la nada, ha hecho de la falta de información y el descontrol una estrategia ofensiva letal que ha colapsado a países y ha cerrado fronteras. Un escenario desconocido en el mundo moderno. Este paisaje hace imprescindible la presencia de la prensa y de los periodistas para narrarlo. El propio presidente francés, Enmanuel Macron, ha apelado al término bélico al anunciar que estamos en guerra contra un «enemigo invisible y evasivo» para referirse al covid-19. Y en ese panorama de crisis, el virus tiene un aliado preocupante que es esa invasiva presencia de la mentira en la noticia que corre a la velocidad de una gacela por redes sociales, lo que se ha venido a llamar fake news.

Un estudio de la Asociación de Editores de Diarios Españoles (ahora Asociación de Medios de Información), cuando empezó a extenderse esta otra pandemia digital, cifraba en un 80% el volumen de noticias falsas que circula por internet. Ocho de cada diez noticias que nos entran en casa a través de las redes sociales son un bulo. El mismo estudio subrayaba que el 80% de los receptores de esas infamias no solo se las creen, la inmensa mayoría acaban compartiéndolas convirtiéndose en cómplices del tejido del embuste. En el aluvión de noticias, nos avasalla el producto tóxico. Por ello, ahora más que nunca se hace necesaria la actuación de un periodismo solvente para contar lo que está sucediendo sin manipulaciones ni falsedades.

Diario CÓRDOBA lleva informando del día a día de la provincia desde hace casi ocho décadas. Ha compartido con los cordobeses las luces y las sombras de nuestra historia, durante largos años incluso como un privilegiado testigo único. La hemeroteca de Diario CÓRDOBA es la mejor enciclopedia de la historia cercana. Y siempre hemos estado en primera línea para contarlo. Hoy con mayor sentido. Las 24 horas. Porque como dijo un mito del periodismo mundial, el polaco Ryszard Kapuscinsky, el periodista convive con su profesión las 24 horas del día. «Este es un trabajo que ocupa toda nuestra vida, no hay otro medio de ejercitarlo. O, al menos, de hacerlo de un modo perfecto», sentenció.

Periodismo 24 horas

Para Diario CÓRDOBA los días son así de largos. Siempre son así. El coronavirus no ha logrado frenar nuestra rotativa ni ha apagado los servidores que sirven para bombear la digitalización de la noticia en un estilo de hacer periodismo que siempre se ha adaptado a la época que le ha tocado vivir a la cabecera. Todo el staff de dirección, gerencia y redacción, los periodistas y el personal técnico, comercial y de gestión se mantiene firme en el compromiso de que, si algo está sucediendo en nuestro entorno, allí estará Diario CÓRDOBA para informar. Estos días con una hoja de ruta distinta en las formas, pero inquebrantable en el fondo.

En primera línea, Rafael de la Haba, jefe de la edición digital, en una redacción desierta. Foto: FRANCISCO GONZÁLEZ

Juan Jesús Moral, jefe de Cierre, en la redacción. Foto: FRANCISCO GONZÁLEZ

El director, Rafael Romero, en videoconferencia. Foto: FRANCISCO GONZÁLEZ

Cierto es que estremece el silencio que se ha apoderado de la Redacción, semivacía, sin ese ritmo ansioso y el ambiente de bulla que se echa de menos cuando ya el tiempo empuja para acelerar la edición. Apenas se escucha teclear a un equipo de guardia presencial que durante 18 horas los siete días de la semana forman un jefe de edición, un redactor de web, un diseñador y un técnico de sistemas, los únicos habitantes de la sede de La Torrecilla junto a personal de gestión comercial y administración, que cumplen con su jornada también en servicios mínimos en sus despachos, y de seguridad y limpieza. Los fotógrafos son los grandes exponentes estos días de la verdadera infantería del periodismo, manifiestan una lealtad a los dogmas de la profesión en primera línea de calle que no menoscaba ni el posible riesgo a una enfermedad que se está cobrando vidas. Ellos, junto a los redactores, son en estos instantes los ojos de los miles de cordobeses que permanecen aislados en sus casas. Los periodistas se han adaptado al teletrabajo, gracias al empleo de técnicas telemáticas que hacen posible convertir el confinamiento doméstico en la mesa de redacción. A lo largo de la jornada, a través de la videoconferencia, las reuniones de coordinación se hacen eternas hasta dar con el término más adecuado para que el resultado que llega al lector en cada alerta, en cada mensaje a través de las redes sociales, en cada impresión en la edición digital o en cada artículo en el diario impreso (entre las actividades autorizadas que permite el decreto de alarma por parte del Gobierno para combatir los contagios por el coronavirus se encuentra ir a quioscos de prensa) sea lo más veraz, rigurosa y contrastada. Diario CÓRDOBA cumplirá el próximo 25 de julio los 79 años de edad con más vida que nunca. Nuestro compromiso con Córdoba es nuestra vacuna más eficaz.