AÑO Y LUGAR DE NACIMIENTO 1962. POZO ALCON (JAEN)

TRAYECTORIA HA EJERCIDO EN LOS JUZGADOS DE ALCALA LA REAL (JAEN), POZOBLANCO Y CORDOBA. FUE EL PRIMER JUEZ DE LO MERCANTIL. EN EL 2006 PASO A LA AUDIENCIA PROVINCIAL Y EN JUNIO FUE NOMBRADO MAGISTRADO DEL SUPREMO

--¿Pensó cuando empezó su carrera en la judicatura que acabaría en el Tribunal Supremo?

--La verdad es que no. Si se accede por el sistema de oposición libre, como fue mi caso, lo habitual es comenzar muy joven, con veintitantos años, y a esa edad el Tribunal Supremo se ve como algo muy lejano, incluso por razones puramente generacionales. Creo además que los jueces de mi generación teníamos interiorizado el concepto de carrera, en el sentido de progresión, lo que implica un orden lento y sucesivo: juzgado de pueblo, de capital, tribunal colegiado. En esa concepción, el Supremo no estaba en mi cabeza cuando empecé a ejercer.

--¿Recuerda la primera sentencia que firmó?

--A grandes rasgos. Había hecho borradores de sentencias en las prácticas tuteladas de la escuela judicial, que en esa época se hacían en juzgados de Madrid, pero la primera que redacté como titular fue un asunto civil de un particular que litigaba contra una administración pública, creo recordar que la Diputación Provincial, porque le había cerrado un camino. Planteaba un tema técnico-jurídico muy discutido en esas fechas: si se podían interponer interdictos contra la administración. Casi al mismo tiempo, recuerdo que puse otra sobre la responsabilidad civil en un accidente de tráfico por colisión con varios fallecidos. En esos años, mediados de los 80, por desgracia eran muy frecuentes los accidentes de tráfico muy graves en las carreteras de Los Pedroches.

--¿Por qué se decantó por el Derecho Civil?

--Porque técnicamente creo que es la rama más interesante y más bonita de esta disciplina. Me atrapó desde el principio. En aquella época los jueces de instrucción también dictaban sentencias por delitos menos graves --no existían todavía los juzgados de lo penal-- y en mi condición de juez de primera instancia e instrucción ponía, por tanto, sentencias penales y civiles. Y comprobé rápidamente que la satisfacción que me producía poner una sentencia civil con la que me quedaba razonablemente tranquilo no tenía comparación con ninguna penal. Como es lógico, es una sensación subjetiva mía, y entiendo perfectamente que haya otros profesionales a los que les suceda lo contrario. Por lo demás, no conozco otros órdenes jurisdiccionales, como contencioso-administrativo o social, porque nunca he trabajado en ellos.

---¿Qué le atrajo del mercantil?

--El mercantil es una rama separada del tronco del Derecho Civil, por lo que las razones son básicamente las mismas. A lo que se añade que al regular las relaciones entre empresas se aproxima a una realidad económica más compleja y al funcionamiento de la sociedad actual. Por lo que creo que, en alguna medida, sirve para entender mejor el mundo en que vivimos. Además, tuve la suerte de comenzar a dar clase de Derecho Mercantil en la facultad en el curso 1996/97 y, cuanto más profundicé en la materia, más me agradó. De ahí a preparar las oposiciones a magistrado especialista hubo solo un paso.

--Los juzgados de lo mercantil soportan una enorme sobrecarga de trabajo. ¿Cómo se puede solucionar?

--Los juzgados de lo mercantil son un ejemplo más de la desproporción entre las expectativas que se crean al poner en funcionamiento algún órgano nuevo y su plasmación real. Si se lee la exposición de motivos de la legislación sobre la reforma concursal parece que se iba a hacer algo de gran calado y con una intención realmente a lo grande. Sin embargo, pocos meses después, todo quedó en agua de borrajas cuando sólo se crearon 38 juzgados para toda España, ni uno por provincia. Llamé a eso en una conferencia la montaña parió un ratón. Los juzgados mercantiles nacieron ya escasos y abocados a la sobrecarga. La crisis no hizo sino anticipar y magnificar lo que era un colapso anunciado. Desde entonces se arrastra el problema y la única solución posible sería afrontar una creación numéricamente importante de órganos judiciales. Pero eso cuesta dinero y ya se sabe.

--¿Sigue siendo la Justicia la hermana pobre de la Administración?

--Pues a mí me da la sensación de que sí. Basta con pasarse por oficinas de uno u otro tipo. Compare unas dependencias de la Agencia Tributaria con un juzgado y solo visualmente se podrá apreciar la diferencia entre el siglo XXI y el XIX. Puede ser una experiencia sociológica muy interesante. Dicho lo cual, el problema de atasco en la Administración de Justicia no es solo de medios, también lo es de acceso. En España se acude en exceso a los tribunales por falta de otras instancias de resolución de conflictos. Por ceñirme únicamente al ámbito civil, es difícilmente explicable que para reclamar una deuda de 150 euros de una comunidad de propietarios o la reparación de un guardabarros dañado en un accidente de tráfico haya que iniciar un juicio. El coste de poner la maquinaria judicial en funcionamiento para tan poca cosa es tan desproporcionado que debería hacer reflexionar al respecto. Mientras se resuelve eso no se pueden abordar problemas mucho más graves, porque el tiempo y los recursos son limitados.

--¿Cómo definiría su paso por los juzgados de Córdoba y por la Audiencia Provincial?

--Para lo que es habitual en la carrera judicial yo he tenido muy pocos destinos y siempre he estado en un radio de 150 kilómetros de Córdoba, por lo que esta ciudad lo ha sido todo en mi formación y en mi experiencia. En los juzgados aprendí a desenvolverme en un entorno de trabajo muy exigente, porque siempre los he conocido sobrecargados de trabajo. Los juzgados de primera instancia al inicio de los 90 soportaban un volumen de asuntos brutal. Quizás porque las situaciones límite estrechan los lazos, esa sobrecarga hizo que estableciera unas relaciones personales con los compañeros inmejorables y que todavía perduran. Y en la Audiencia, de manera más reposada, aunque con un ritmo de trabajo también constante, me he beneficiado de la experiencia y de los conocimientos de unos compañeros muy cualificados jurídicamente y de gran categoría humana. Para una profesión en que la soledad y la presión derivada de tener que decidir constantemente siempre acechan, el trabajo en un órgano colegiado es una vacuna muy eficaz. También he de decir que siempre me he sentido muy apoyado por los secretarios y los funcionarios con los que he trabajado, que me han ayudado mucho. Y que la curia cordobesa, mayoritariamente, es un ejemplo de cortesía y buen hacer que facilita notablemente el trabajo. En la justicia de Córdoba, en general, todavía funcionan los buenos modos y eso ayuda mucho. Esperemos que siempre sea así.