El cordobés Pedro Jordano, profesor de Investigación del CSIC en la Estación Biológica de Doñana, forma parte del Grupo de Trabajo Multidisciplinar (GTM) que asesora al Ministerio de Ciencia e Innovación y el Ministerio de Transición Ecológica en el diseño de las respuestas a medio y largo plazo frente a las consecuencias de la pandemia del covid-19.

-¿Qué nuevas líneas de investigación han nacido durante estos meses de pandemia en relación con el medio ambiente?

-Una de las cuestiones centrales tiene que ver con el origen de la pandemia. No concretamente el origen de este virus, sino de la pandemia como mal recurrente para la humanidad. A lo largo de la historia, la humanidad ha sufrido más de 250 pandemias, es decir, grandes ataques de un patógeno a la salud humana sobre áreas extensas y afectando a gran parte de la población. Si revisamos los tipos de patógenos que están atacando a la humanidad en las últimas cuatro décadas, la mayoría de ellos están relacionados con situaciones en las que hemos alterado gravemente la naturaleza; por ejemplo, por deforestación, sobrecaza de vida silvestre, ganadería intensiva y sobrepastoreo, entre otros. Un 75% de las nuevas enfermedades que han surgido en humanos en las últimas décadas son de origen animal, según el informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. De este modo, las enfermedades de origen animal (zoonosis) representan el 60% de las enfermedades infecciosas en humanos. Son escenarios en los que la interacción abusiva entre los humanos y las áreas silvestres han provocado una ruptura del equilibrio que ha permitido que los patógenos, presentes en estos ecosistemas, salten a los humanos.

-¿Qué se puede hacer para revertir esta situación?

-Ahora mismo, los sistemas de vigilancia de salud pública y de vigilancia epidemiológica a escala mundial están trabajando de forma muy efectiva localizando dónde se producen estos saltos. Partimos de ecosistemas en los que la naturaleza está muy alterada y que son muy proclives a que cualquier infección derive en pandemia. En el caso del covid-19, nos enfrentamos a un gran problema con la alta movilidad que ahora mismo caracteriza a nuestra sociedad. Estos sistemas de vigilancia insisten en la importancia de controlar los mercados de fresco no regulados, en los cuales se comercia con carne de caza de animales silvestres sin la necesaria supervisión y vigilancia veterinarias. Donde se ha visto que ha habido un origen repetido de estos saltos de patógenos de especies silvestres a humanos ha sido en mercados de fresco no regulados y relacionados con el tráfico ilegal de especies silvestres. Solamente en la cuenca del río Congo y el Amazonas se obtienen más de 6 millones de toneladas de carne de especies silvestres por año y, además, esta carne es movida por el mundo por las mafias que usan los mismos canales que el tráfico de armas o el tráfico de drogas.

-Es decir, que un patógeno de esta carne podría llegar a cualquier parte del mundo.

-Efectivamente, aunque hay varias fases en el origen de una pandemia. La primera de todas es la infección, que haya un patógeno que sea capaz de interferir en la salud humana. No es tan fácil que un virus o un parásito salte de una especie hospedadora a otra, se necesita que haya evolucionado. Además de esta infección, hay que atender a la transmisión. Todo aquello que ayude a la transmisión de un patógeno también favorecerá la evolución y el contagio de este. Es el caso de los hospedadores intermediarios -por ejemplo, especies domésticas, con las que estamos mucho más en contacto con los humanos- que pueden ser determinantes en el salto del patógeno mutado a la especie humana. Si a esto se le suma, que los humanos tenemos una enorme movilidad y que habitamos en zonas con alta densidad de población, pues ya se conjugarían todos los elementos para que haya una dispersión muy rápida.

-¿Es usted de los que piensan que la convivencia con el covid-19 nos está enseñando algo?

-El confinamiento, por ejemplo, nos ha enseñado mucho sobre las emisiones de CO2 con la paralización de la actividad industrial y la paralización del transporte. También hemos aprendido respecto a la movilidad en las ciudades o los nuevos residuos plásticos que se están generando por los sistemas de protección individual (mascarillas, mamparas, entre otros), que son difíciles de reciclar.

-En este sentido, ¿cómo se está traduciendo la pandemia en la naturaleza?

-Hemos observado que durante el confinamiento, cuando la gente no iba a áreas silvestres, los animales se mostraron más tendentes a estar en sitios donde antes no estaban. Por ejemplo, se vieron fotos de linces muy cerca de las casas. Esto nos viene a mostrar el impacto tan grande que tenemos los humanos en la naturaleza. Es bueno que vayamos mucho al campo, pero hay que hacerlo de una forma respetuosa y sostenible. También se ha comprobado la mejora de la atmósfera de las ciudades, la mejor recuperación de parques y jardines y de zonas naturales próximas a las ciudades.

-¿Nos ha mostrado también que el sistema de consumo era insostenible?

-Absolutamente. Una de las cuestiones que está clara es que habrá que revisar las puertas que hemos abierto a la pandemia y qué tenemos que cambiar para no volver a cometer los mismos errores. En este sentido, en la Unión Europea, el Pacto Verde pretende revisar esta forma que tenemos de consumir, avanzar desde un concepto de economía lineal a una economía circular. Una economía lineal lleva consigo, implícitamente, la suposición de que los recursos son infinitos y no es así. Tenemos que reinventar nuestra forma de consumir estos recursos, de viajar. Esto ha de abordarse desde una perspectiva individual que replantee cómo vivimos y cómo viajamos, pero sin olvidar que nuestros gobernantes tienen que asumir responsabilidades a escala planetaria, porque es un problema que afecta a toda la humanidad.

-¿En qué momento nos encontramos de la pandemia?

-Nos encontramos en un período crucial porque estamos esperando el desarrollo final de las vacunas, de las cuales hay varias que ya están, prácticamente, listas para ser distribuidas. No obstante, en todas estas cuestiones hay que ser enormemente prudentes y pragmáticos. No valen los anuncios espectaculares sino los datos contrastados desde la ciencia. Tenemos que acceder a información contrastada y respaldada por el conocimiento científico. En este sentido, soy muy optimista porque creo en la capacidad que tenemos los humanos de modificar nuestros comportamientos y que, incluso leves modificaciones de estos pueden llevar a cambios sustanciales. Vamos a necesitar cambios en la economía global, en nuestras familias, en nuestra vida diaria, en nuestros desplazamientos, en el reciclaje, en nuestra forma de consumir y producir, entre otras cuestiones. El diagnóstico de la situación está hecho y es claro. y las soluciones a largo plazo están todas vinculadas a la preservación de los recursos naturales y en cambios profundos en la forma que tenemos de relacionarnos con el medio ambiente.