Estamos junto a la Calahorra, en el bar Los Romerillos, precisamente de donde salió una de las chirigotas más importantes de la historia del Carnaval de Córdoba, Los bebés. Sobre la mesa, ni un papel ni una pregunta pensada, solo dos cafés y dos teléfonos. Frente a mí, un carnavalero con ganas de hablar. También es médico y, desde esta tarde, pregonero del Carnaval de Córdoba. Pedro Funes Bejarano (Córdoba, 1968), dice que es «de ahí arriba», la manera en que la gente del Campo de la Verdad se refiere a la zona alta del barrio.

-¿Cómo fue su primer contacto con el Carnaval?

-Me inicié a los 12 años, cuando un amigo de mi padre, que era de San Roque de Cádiz, fue a Ceuta y le trajo dos cintas, de las agrupaciones Los bacalaos de Escocia y Raza Mora. Y mi padre le dijo, ¿y esto para qué me lo traes? Y las cintas las cogí yo. Eso fue en vena, automático. En el verano del 82, un vecino me dijo que había quedado con un chaval, Pablo Castilla, que iba a hacer una comparsa infantil y se iba a apuntar. «Voy contigo a verte», le dije. Pablo me preguntó si quería probar. Le dije que me sabía el pasodoble Un 4 de diciembre muere un malagueño, de la comparsa Raza Mora. Lo canté y me dijo que estaba dentro.

-¿Hay hipocresía en el Carnaval?

-Mucha. Entre los mismos componentes de las agrupaciones no podemos preguntarnos si nos gusta o no lo que llevamos al concurso. Aunque les guste, no lo van a decir. Tú piensas que decirle la verdad a una persona es hacer lo correcto y no, la estás ofendiendo y perdiendo la amistad. Desafortunadamente, es así. Hay una competencia bárbara.

-A los periodistas nos pasa exactamente lo mismo.

-Pues a mí me da una alegría enorme veros en vuestro palco de prensa. No te lo puedes imaginar. Porque hemos estado solos durante muchos años…

-Pero, por decir lo que piensas, te ven como un enemigo.

-Será del que quiera serlo. Para mí no lo sois. He salido con Pablo y he ganado y he perdido. He hecho mis comparsas y he ganado y he perdido. He salido con David Amaya Agüito, y he ganado y he perdido. Pero yo, si gano, salto de alegría y disfruto como el que más, pero si pierdo, cojo mi disfraz y para mi casita. Y el año que viene, otra vez a intentarlo. Pero eso pasa con otras personas y es como si se te muere un hijo. Y el problema es hay grupos que no pasan de preliminares, con letras vulgares, músicas simplonas y sin polifonías y se enfadan. Pero no se le puede decir nada porque te la lían. Pues eso es lo que tenemos aquí.

-¿Comparte la opinión de que hay autocensura en los periodistas y entre los propios carnavaleros?

-Si decís lo que verdaderamente pensáis, sabéis que vais a recibir críticas por todas partes. Hay que medir mucho las palabras que se dicen. Es una pena, pero pasa en todos sitios y en otros aspectos de la vida. Al final, pasas de complicarte la vida. Una persona hace un cuplé y utiliza el doble sentido, con un chiste propio, que es saludable, y la gente se ríe, pues eso tiene mucho mérito. Ahora, si tú me sueltas ahí un cipote, o un chocho, es verdad que hay gente que se ríe, sobre todo mayores, porque están acostumbrados al humor de la represión, pero el jurado se da cuenta, afortunadamente.

Pedro Funes, este sábado en el escenario del Gran Teatro de Córdoba, donde ha ofrecido su pregón del Carnaval del 2020 en Córdoba. Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

-Y, ¿qué hacemos para que mejore el concurso?

-El Carnaval es la fiesta de la libertad, y cada uno puede decir lo que quiera. Ahora, vosotros también tenéis que ser libres para decir: «oye, mira, esto ya no se lleva». Y nunca se ha escrito nada de un cobarde. Ya está bien de chistes machistas, soeces, de tortilleras, de maricas, de culo o caca.

-¿Va a en contra de los grupos que lo cantan y del presente y futuro del Carnaval?

-Una persona joven e inteligente que se acerque al Carnaval de Córdoba, lo que piensa es que somos unos borricos. Pero es que a los que hacen eso no les puedes decir que no vayan por ahí. No quiero parecer fanfarrón, hablo desde la base de que tengo 13 o 14 primeros premios. Tengo solfeo, he tocado el piano, toco la guitarra y soy capaz de hacer una canción. Y lo que pienso es que como yo hay otros muchos que saben hacerlo y se nos puede pedir ayuda. Estamos cegados y, además, tenemos forofos que nos ciegan aún más.

-¿Ve que el concurso pueda estar en peligro?

-El concurso está en peligro. Está en la UVI. Nos mantienen los grupos de la provincia y los que vienen de fuera, a los que tampoco tratamos muy bien. Puede haber 50 grupos, pero con calidad pocos. Sin embargo, a nivel de calle, la asociación está haciendo una buena labor de traérselo al centro.

-¿Soluciones?

-No tengo la varita para eso. Pero los propios autores tienen que trabajar más, asesorarse más e intentar superarse. Si este año hay 10 agrupaciones interesantes y el año que viene hay 20, pues ya tenemos mucho ganado. También es muy difícil hacer un grupo. Tenemos que ser capaces de atraer a la gente que tenga cualidades para hacerlo. Y tenemos un problema añadido, que es el impacto que ha tenido el Carnaval de Cádiz en los medios audiovisuales. Porque estamos comparando la Champions con una categoría inferior. Pero también debe servir para que los autores digan: ¿este qué hace para que su grupo suene tan bien? A lo mejor es que tiene 15 que cantan muy bien. Pero, si yo tengo cinco, puede que me apañe con eso para que suene bien. Y hay que machacar y ver los temas que hacen y cómo los cuentan. Eso ya va en cada uno. Y también hay que vocalizar.

-¿Había tanta rivalidad antes?

-Era todo más cercano. Ahora no se conocen tanto entre ellos. Afortunadamente, el Carnaval es más extenso, hay más grupos. En cuanto a relaciones de la gente, esa es la diferencia que veo entre ahora y antes. Pero, sin lugar a dudas, ahora tiene más calidad. Las comparsas de Pablo ahora son muchísimo mejores, y las que sacó Rafa Cámaras, eran también impresionantes. Antes era más difícil. Hay grupos que aprenden, se van superando en letras y músicas, otros están estancados y algunos, incluso, hasta en retroceso. Y encima, ahora, con todo lo que nos hemos quejado de que la prensa no estaba con nosotros y de que hay gente que se atreve a decir algo, positivo o negativo, se quejan también.