Desde que en la segunda mitad del siglo XIX Eduardo Lucena Vallejo diera comienzo a las primeras composiciones de marchas religiosas y procesionales para cofradías cordobesas (Un Recuerdo, 1883), en las que se introducían melodías mas armoniosas para modificar el patetismo de las marchas fúnebres, y que posteriormente Pedro Gámez Laserna renovase y dignificase el historicismo musical de López Farfán (Saeta Cordobesa, 1949), Córdoba ha ido engrosando hasta hoy su brillante patrimonio musical con marchas que son ya un referente esencial del mismo.

Como si de un nuevo Manuel López Farfán se tratase, el joven y al mismo tiempo consagrado compositor cordobés Alfonso Lozano Ruíz está marcando en estas primeras décadas del siglo XXI una nueva época en la historia de la marcha religiosa y procesional cordobesa. Ambos comenzaron su brillante trayectoria precisamente con una marcha dedicada a la advocación mariana del Mayor Dolor; López Farfán, en 1927, y Lozano Ruiz, 80 años después, en 2007. Desde entonces, 14 marchas han jalonado el acervo musical de Lozano Ruiz, entre las que aquí vamos a considerar dos de este autor. La primera, Medicina Dei, estrenada el 24 de octubre de 2015, en un magno concierto celebrado en el templo del Juramento, interpretada por la Banda de la Esperanza, de Córdoba, con motivo del 300 aniversario de la reorganización de la Hermandad del Arcángel Custodio al trasladarse al templo del Juramento en 1715.

Alfonso Lozano atendió así mi petición, componiendo una solemne, sencilla y emotiva marcha religiosa impregnada de ese ya indicado estilo neo-historicista, que proporcionase a la misma la traza de marchas de gloria antiguas. Comienza con un breve y jubiloso motivo asignado al viento metal, al que le responden otros instrumentos que anuncian el carácter glorioso de la composición; prosiguiendo con el primer tema, cuya melodía nos evoca la protección del Arcángel sobre Córdoba.

El segundo tema, que aparece de forma súbita, según su autor, a través de unas llamadas, trata de reflejar la gravedad de las epidemias que diezmaron la Córdoba de esa época histórica, para ir retornando la música a la luz de manera progresiva, volviendo a exponer el primer tema en forte y, con expreso contrapunto en su desarrollo, simbolizar la curación (Medicina Dei) que San Rafael encarna. Al acabar, retoma la introducción entonando los bajos el mismo motivo para dar paso de forma suave a la última sección, que constituye la parte más espiritual de la composición, donde están representadas las seculares plegarias de los cordobeses al Custodio.

La segunda, La Esperanza del Valle, otra marcha religiosa; con una poderosa fanfarria, su primer motivo está basado en el Himno de los Adoradores, en alusión a la vocación sacramental de la Cofradía de la Santa Cena. Le sigue otro alegre y emotivo que anuncia que la Virgen de la Esperanza del Valle está en la calle por primera vez. Este tema se repite con más cuerpo y con la presencia de cornetas, para retomar el motivo de la Eucaristía, como parte divina de la Sagrada Cena.

Como contraste, irrumpe un nuevo tema en fa menor, que representa la resignación y angustia de Jesús ante su destino, en un pasaje muy cantábile y apesadumbrado, que continúa con una impronta más optimista y «esperanzadora» debido a la «fe» para terminar, y de forma suave, enlazar con la última parte de la obra en que ya en la mayor, de manera expresiva y tranquila, expone un tema espiritual con el que Lozano Ruíz que quiere reflejar la Comunión entre Dios Padre e Hijo, en su Pasión y Muerte, entremezclándose con la mediación de María.

Fue estrenada el día 24 de marzo pasado, en un concierto celebrado a beneficio de la Cruz Blanca y Cáritas en el Conservatorio Músico Ziryab, en el que intervinieron la A. Musical Jesús de la Fe en su Sagrada Cena y la Banda de Música Tubamirum.