A mal tiempo buena cara. Eso parecieron plantearse los miles de turistas que abarrotaban ayer el centro de la ciudad y a los que la lluvia impidió disfrutar de los desfiles procesionales, pero no de otras interesantes propuestas culturales que puede ofrecer Córdoba. «No solo de fervor religioso vive el hombre», señalaba con optimismo a las puertas del Alcázar una familia santanderina, que no perdía la esperanza de poder vivir durante su estancia en Córdoba la magia de las procesiones, el sutil aroma que desprende la mezcla de azahar e incienso, el emocionante cante de una saeta o el ruido del silencio de la multitud ante el paso de las imágenes.

Desde primeras horas de la mañana, cuando la ciudad pudo presumir durante un tiempo de su famosa e intensa luz, el ruido de maletas por el empedrado del casco histórico anunciaba la llegada de los días grandes de la semana de pasión, y con ello la esperada gran entrada de turistas, que hasta el domingo ocuparán entre el 85 y el 90 por ciento de las plazas hoteleras. Pero si el bullicio de los desfiles procesionales de la noche hace del casco histórico una carrera de obstáculos, por la mañana la situación no era muy diferente, aunque los principales puntos de concentración se registraban en la Mezquita-Catedral, donde se formaron largas colas para adentrarse en el monumento más famoso de la ciudad, al que seguían en demanda el Alcázar de los Reyes Cristianos y la Sinagoga.

Entrar en el Patio de los Naranjos era como sumergirse en una torre de babel donde se daban cita grupos de visitantes de numerosas nacionalidades en pos de su guía particular, al que había que tener mucho cuidado de no perder entre el alboroto que registraba el patio más famoso de Córdoba. Y aunque nos visitan muchos extranjeros, el turismo nacional sigue reinando en la Semana Santa cordobesa, según señalan los profesionales que, junto los monumentos, tratan de atraer al cliente a sus distintos productos.

La gastronomía es otra de las joyas de la corona cordobesa y, aunque también se veían grupos, sobre todo de jóvenes, con la mochila llena de viandas, la mayoría de los turistas optan por disfrutar de los platos típicos de la tierra en tabernas y restaurantes, que ayer, en su mayoría, anunciaban el completo.

Para muchos de los visitantes, la Semana Santa de Córdoba está adquiriendo «un nivel tan importante como la de Sevilla o Málaga», según señalaban los barceloneses Carmen y Manuel, que han vuelto a nuestra ciudad «porque el año pasado nos encantó, es muy emocionante escuchar el silencio y sentir el fervor entre estas callejuelas». «Creo que estos días son el mejor momento para visitar Córdoba», aseguraba Carlos Gutiérrez, de Zaragoza, que disfrutaba ayer con «entusiasmo» de «la decoración de la ciudad, el ambiente, las calles abarrotadas y los bares llenos de gente».

Además del atractivo de las procesiones, «la riqueza cultural de Córdoba te transporta a la antigüedad», aseguraban Susana y Felipe, de Madrid, a la salida del Museo Arqueológico, sin que para ellos la lluvia fuera un inconveniente «insalvable». Y es que los centros de arte también se llenaron durante la mañana para dar a conocer el inmenso legado artístico que esta ciudad ha heredado y atesora.

A la espera de que la climatología mejore y permita sentir la tradición como dios manda en los próximos días, las calles del centro de Córdoba viven una fiesta más allá de la religiosa que hace volver al que la conoce y «fascina» al que la visita por primera vez, como aseguraba Sebastián Domínguez, de Ciudad Real, que declaraba su recién adquirida «pasión» por Córdoba.