«Ningún padre sueña con tener un hijo transexual, todos imaginamos que sufrirá, que lo rechazarán, pero después de lo que hemos vivido, sé que se trata de un miedo infundado, tener una hija trans no es ninguna desgracia, para mí ha sido una suerte tenerla por todo lo que he aprendido con ella, me ha enseñado lo importante que es atreverse a ser uno mismo aunque eso suponga ir en contra de lo que los demás esperan de ti».

David Cuevas es padre de tres hijos, un niño y dos niñas, una de las cuales tiene pene. Sí, se dice así, hay niñas con vulva y niñas con pene por más que a algunos les cueste asimilarlo. No es culpa de nadie, pero es una realidad palmaria. La cuestión es que durante unos años David y su mujer no sabían que tenían dos niñas porque la apariencia física de una de ellas era la de un chico. «Mientras los bebés no hablan, mientras no tienen conciencia, no hay problema», explica David, «pero cuando crecen todo cambia».

En el caso de Paula, ella siempre tuvo claro que era una niña, por más que el mundo se empeñara en llamarla con un nombre de varón. «Desde que tenía tres o cuatro años, siempre quería jugar con cosas de niña, veía películas de niña de una forma muy insistente», explica su padre, que en aquel momento la dejaba jugar sin darle mayor importancia. El problema llegó cuando empezó a rechazar con desprecio, con violencia incluso, cualquier trato hacia ella como niño. «Supongo que no sabía cómo explicar lo que sentía, pero siendo muy pequeñita decía de sí misma que era un niño al que le gustaban las niñas».

Aprovechaba cualquier ocasión para colocarse los tacones de su madre, los vestidos y, en la guardería, «se colocaba el babi como falda o colgado en la cabeza como si tuviera pelo largo». La incomprensión de Paula (Pablo por aquel entonces) sobre lo que le pasaba, el sentimiento de que nadie la veía del modo en que ella se sentía hizo cambiar su carácter hasta que se volvió huraña y hostil con la familia. «Con cuatro años, empezó a enfadarse por todo, a estar esquiva, irascible», recuerda su padre, que empezó a entender lo que le pasaba un día de perol familiar. «Vestimos a los tres de chándal, pero cuando nos íbamos a ir al coche, ella apareció vestida con un traje de su madre dispuesta a montarse en el coche», comenta, y la obligaron a quitárselo. Ese día, no quiso hablar con nadie, ni jugar, se apartó de todos hasta que David se le acercó para preguntarle lo que le pasaba y ella le dijo: «Papá, es que a mí me habría gustado nacer niña», le dijo, «vosotros no conocéis mis sentimientos, todo el mundo me odia, está claro». Tanto David como su mujer tenían claro que lo que expresaba «no encajaba con el concepto de gay y pensamos la posibilidad de que fuera transexual».

Ante esa posibilidad, decidieron informarse y hablaron con la tutora del colegio, que les confirmó que efectivamente su «hijo» simulaba constantemente ser una niña y siempre jugaba con el resto de niñas. El orientador del centro «no sabía mucho del tema», explica David, y nos dijo que lo que había que hacer era reforzar el lado masculino y la presencia de la figura paterna en casa. «Ahora sabemos que el hombre se equivocó».

Investigando, llegaron a contactar con una psicóloga «que nos ayudó a nosotros a encajar la situación de la niña», confiesa, «en ese momento yo sentía como vergüenza de hablar de lo que hacía mi hija y ella nos recomendó hablar con la madre de una chica trans».

Aquella conversación les ayudó a identificar lo que le pasaba a Paula y a darse cuenta de que tenían que hacer algo. «Todo lo que nos decía describía lo que le pasaba a nuestra hija», recuerda David, que finalmente contactó con la asociación Todos Transformando (TT Córdoba), que se reúne cada viernes en el colegio Rey Heredia.

David recuerda la cara de felicidad de Paula el día que la dejaron entrar en una tienda y elegir libremente su indumentaria, a su gusto. «Es curioso, al principio solo quería cosas rosas, lo más de niña que encontraba, supongo que para reforzar su identidad, ahora eso no es importante». En su reflexión sobre los miedos que existen hacia las personas trans, él destaca la influencia de los estereotipos. «Tenemos una idea muy exagerada de las personas transexuales porque en el pasado se les marginaba, sus propias familias las rechazaban y acababan forzadas a buscarse la vida como podían», explica. «Hoy en día, la mayoría de familias están con sus hijos», añade. Sobre la idea de algunos de que se trata de una moda, es rotundo: «Quien piense eso, que se venga un viernes al Rey Heredia y juzgue por sí mismo». Tanto él como su mujer tienen claro que su hija, además de una niña normal, ahora es feliz. «No sé cómo describirlo, hasta le ha cambiado el gesto de la cara», dice.

Conocer a otras familias que estaban pasando por lo mismo «fue lo que más nos ayudó», asegura este padre, que destaca «la cantidad de personas transexuales que hay» como un dato del que nadie es consciente. «Solo en la asociación, que es de ámbito local, hay más de un centenar de familias con hijos trans», comenta. Pese a todo, les llevó un tiempo decidirse a dar el paso y llevar a cabo «el tránsito de género» con Paula, que llegó cuando ella cumplió los seis años. «De momento, lo único que haces es dejarla elegir su ropa y el nombre por el que quiere que la llamen», explica, «lo demás vendrá en la pubertad».