El libro Ciudad y resiliencia. Última llamada, publicado por Akal en España, Argentina y México, inicialmente en formato digital, ha sido editado por Pablo Rabasco Pozuelo, profesor de la Universidad de Córdoba e investigador en el ámbito de la arquitectura del siglo XX. Con él, otros once investigadores de varias disciplinas y universidades españolas y extranjeras hacen sus aportaciones para plantear, en un mundo agitado por la pandemia, escenarios que transformen nuestras ciudades.

-Han escrito el libro durante la etapa de confinamiento por el covid-19. ¿Cómo surge y quiénes son los colaboradores?

-Surge durante el estado de alarma, vinculado a mi grupo de investigación, un grupo transversal con investigadores que han trabajado en muchas partes del mundo algunos (geógrafos, sociólogos...) fuera de la arquitectura pero que tienen mucho que ver con ella. Piensan en las ciudades desde parámetros de feminismo, infancia, sociabilidad, elementos que arquitectos y urbanistas luego utilizan. Son gente muy potente de España, Argentina México… Nos dimos cuenta de que lo que parecían temas periféricos pasaban a ser centrales con la pandemia, pues las ciudades eran muy desacogedoras para el confinamiento. Temas entendidos como menores pasaron a ser visibles y centrales en el debate público: ambiental, consumo de barrio, confinamiento de la infancia, gentrificación.

-¿Qué aspectos se pueden poner más en relación con Córdoba?

-Muchos de los debates que hemos utilizado para levantar los capítulos tienen sentido para Córdoba. Específicamente el de «turisficación», cómo Córdoba se ha convertido en una ciudad muy dependiente del sector turístico, y se explican muy bien las diferencias que hay entre ciudades del sur de Europa, especialmente de Andalucía, y otras ciudades europeas, sobre todo en el tema de apartamentos turísticos y viviendas que han gentrificado el casco histórico. La gran diferencia es que en otras ciudades europeas, como París o Amsterdam, que también tienen muchos apartamentos turísticos, suelen ser un aporte más a la economía, un complemento en ciudades donde la tasa de paro es bajísima. Allí no hay dependencia. En cambio en Córdoba y otras ciudades andaluzas hallamos una dependencia que incluso nos lleva a alquilar habitaciones de nuestra propia casa, a vender nuestra casa y mudarnos porque los precios han subido… Somos dependientes. Pero si en una de las ciudades de turismo cultural más importantes de Europa seguimos teniendo una tasa altísima de desempleo, vemos que el modelo que nos venden diariamente del turismo no nos sirve, nos mantiene a la cola del desarrollo de toda Europa. Es el momento de revertirlo: todo lo que sea la revisión del modelo, a Andalucía le viene bien.

-¿Por qué este título, ‘Ciudad y resiliencia’?

-Es la capacidad del ser humano de adaptarse a la adversidad y cambiar, no solo resistir. Los siglos XX y XXI son claro ejemplo de cómo el ser humano ha tenido que resistir y las ciudades no han sabido nunca dar respuesta. Hablo de la primera y segunda guerra mundial, de acontecimientos en los que el ser humano ha tenido que adaptarse a situaciones muy adversas, pero seguimos sin aprender. ¿Qué diferencia hay en este momento de la pandemia? Que no ha habido destrucción física como en inundaciones, terremotos, guerras... En este tipo de crisis la ciudad no se ha roto, no vemos ruinas ni destrozos, parece que todo sigue igual, y no nos damos cuenta de que la ciudad es una expresión radical de las políticas neoliberales y que se refleja en todos sus estratos: barrios, medio ambiente, la mujer, la infancia… Refleja un tipo de sociedad en la que estamos un poco atrapados. Un poco el caso de Córdoba.

-Lo de ‘última llamada’... ¿Es nuestra última oportunidad?

-Yo estoy convencido de que sí. Estoy bastante...vamos, negativo positivista, en el sentido de que por lo menos intentamos visibilizar estas fuerzas, porque hay sociedades que sí han hecho cambios, algunos muy interesantes que se recogen en el libro y nos pueden servir como ejemplo. Por ejemplo, cuando hablamos de que los cascos antiguos se pueden revitalizar mediante cooperativas de vivienda para gente joven, esto es un caso que tenemos muy estudiado Iván Díaz Parra y yo, y otros investigadores que han trabajado en el estudio de cascos antiguos como puede ser el de Montevideo, cómo el cooperativismo en vivienda, aplicado a los cascos históricos, evita la gentrificación, devuelve a la gente a los centros históricos, con una protección patrimonial. Hay países que nos llevan muchísimo terreno por delante, con ciudades pensadas siempre dentro del derecho medioambiental. Y con el tema de infancia igual, en el tema de feminismo España va también muy a la cola. Hay ejemplos que sirven, y eso nos da esperanzas, aunque estamos en una situación límite, porque esta no es la única crisis que nos puede venir, es una expresión de la crisis, pero puede venir otra medioambiental, un acto terrorista muy grave... el modelo es absolutamente rígido, no es capaz de adaptarse a esta realidad.

-Lo veo en unas posiciones muy de izquierdas.

-Bueno, la izquierda lo ha contemplado, pero hay países donde los políticos conservadores también lo contemplan. Nosotros somos académicos y constatamos que en algunos países con la izquierda se han defendido políticas en este ámbito, pero también en algunos países conservadores. No olvidemos que los países nórdicos que han estado gobernados por gobiernos conservadores nos llevan años luz en el ámbito de infancia, educación, políticas de género y medioambientales.

-¿Qué aspectos de la ciudad han sido más dañinos para sus habitantes durante la epidemia?

-Córdoba ha tenido momentos en los que ha sido señalada incluso por la prensa nacional, cuando se hablaba de barrios marginados y se decía que Las Palmeras escapaba al control. Ese mismo día aparecían las imágenes de las carreteras de Madrid llenas de gente escapando hacia las segundas residencias. Se hablaba de «colapso» al hablar de clases medias altas, pero cuando se hablaba de Las Palmeras se decía «descontrol», con una terminología muy agresiva. Y luego el tema medioambiental, Córdoba es una ciudad con temperatura muy alta en verano, es invivible, y tiene que haber un cambio (bueno además para la economía), de convertirla en una ciudad habitable. No hay políticas públicas que aseguren que en Córdoba pueda vivirse bien esos meses. En cada ciudad se reproducen cosas que las políticas municipales no terminan de resolver. Y cuando viene una crisis se evidencia que no nos sirve esta ciudad, cuando debe ser un lugar para desarrollar nuestros proyectos vitales.

-Bueno, ¿cómo tiene que ser una ciudad para que sirva?

-Se tiene que tener en cuenta el número de habitantes y los servicios que son básicos por densificación. A tantos habitantes, por ley tiene que haber tantos servicios. Y dentro de los servicios no se trata solo de un colegio público, un mercado, una comisaría de policía... Se tienen que exigir los metros de parques públicos, los lugares para la cultura, también pensados para cuestiones de género, huertos urbanos, garantizar la venta en los mercados de los productos de los pequeños productores del entorno... O sea, que tiene que haber un pensamiento global nuevo. Mejoraría el desempleo, la gente podría vivir en los pueblos... Se puede debatir.

-Durante el confinamiento mucha gente ha sufrido en casas pequeñas, interiores, sin terrazas...

-Vivimos en viviendas de uso vertical, en las que la normativa tiene en cuenta metros y vivienda individual, pero no da soluciones de otro tipo. Si tú en una VPO o vivienda libre obligas a que en la azotea haya un gimnasio comunitario, que haya una planta o soportales que puedan usar todos los vecinos o para que los niños jueguen, estás descargando usos individuales de las casas. Esto en muchos países existe, por ejemplo, cinco lavadoras industriales en el sótano y no una en cada piso, pequeños jardines... Las viviendas verticales pueden servir para dar soluciones, y eso puede exigirse por norma. Imagínate todo lo que se podría hacer en las azoteas de Córdoba, con materiales de poco peso como el aluminio... Un montón de espacio ganado.