El cáncer provoca, además de efectos negativos en la salud de quien lo padece, otro tipo de consecuencias que se mencionan menos, pero que no por ello dejan de ser importantes, como las que afectan a la situación laboral de esta persona, a sus relaciones familiares y personales, al dolor de ver caer el cabello (aunque como el sol ese pelo vuelve a salir) o ese sentimiento a veces de soledad, al no querer llorar delante de los seres queridos y tener que demostrar que se es fuerte, a pesar de que a escondidas las lágrimas acaban apareciendo. La cordobesa Juana Miralles Díaz supo que tenía cáncer de mama el 31 de diciembre del 2014. «Me tenían que renovar el contrato en enero del 2015, pero no fue posible. Llevaba tres años en esta empresa, en la que también trabaja mi marido y está muy a gusto. Me consta que jefes y compañeros preguntan por mí y e incluso le dicen a mi marido que cuando esté bien podría intentar incorporarme de nuevo, pero ya no podré seguir realizando la misma función que antes, pues era charcutera y carnicera y ahora no puedo coger mucho peso, ya que me tuvieron que realizar un vaciado en la axila, algo habitual cuando se trata el cáncer de mama, y me quitaron 19 ganglios, lo que me ha afectado al brazo izquierdo», explica Juana.

«Sin embargo, puedo desempeñar otras labores. El informe que ha hecho mi oncólogo médico, el doctor del hospital Reina Sofía Juan de la Haba, recoge que me pueden poner a trabajar en otras áreas. Quisiera poder volver a trabajar en la empresa que estaba antes, porque cuando trabajaba, entre mi marido y yo ganábamos al mes, juntando los dos sueldos, un poco más de 2.000 euros al mes y ahora solo percibo la ayuda y sin mi salario vamos muy justos para pagar el alquiler y los gastos de cinco de familia que somos y eso me angustia», cuenta. Para frenar el cáncer de mama esta cordobesa de 45 años tuvo que someterse a 10 sesiones de quimioterapia y 25 de radioterapia. Pero a los 6 meses de recuperarse de este cáncer a Juana le diagnosticaron otro cáncer, en este caso en los huesos, concretamente en la clavícula. De nuevo, más tratamientos, 8 sesiones de quimioterapia y 30 de radioterapia. «Actualmente me hago revisiones cada 4 meses y por ahora los análisis reflejan que todo va bien. Hasta febrero no me hago otra analítica ni mamografía», añade.

Juan de la Haba resalta que un estudio del hospital de La Paz de Madrid, que se llevó a cabo con 347 pacientes con cáncer para estudiar su situación a nivel laboral, reflejó que «es necesaria una educación pública y profesional para la desaparición de los llamados mitos del cáncer y soluciones legales para la igualdad de oportunidades, para que se valore a la persona por sus capacidad y no por sus antecedentes personales».

«En esta línea, hay estudios que recogen que los supervivientes de un cáncer tienen un 9% menos de posibilidades de volver a trabajar con respecto al resto de población y otros que identifican varias formas de discriminación en los trabajos. Frente a eso, por ejemplo en Estados Unidos existen 4 leyes federales que favorecen la protección de los pacientes con dolencias crónicas, entre ellas el cáncer. También sería necesario destinar recursos locales y estatales para la reintegración, a través de programas específicos, y que las empresas y otros lugares de trabajo arbitren medidas especiales que faciliten la reinserción con asistencia en los casos de incapacidad específicos de esta enfermedad», resalta este oncólogo médico.