Cristina Ruiz tiene 24 años y lleva toda la vida luchando por sus sueños. Cuando tenía cinco meses, Rafi, su madre, se dio cuenta de que tenía ausencias y acudió al médico. Poco después, supieron que la niña sufría un retraso madurativo que le afectaría a su desarrollo intelectual. Toda la familia se volcó entonces en apoyarla para ofrecerle los refuerzos que necesitaba, con clases particulares, Atención Temprana, convencidos de que debía de ser Cristina quien estableciera los límites de lo que podía hacer, nadie más.

«A lo largo de su vida no ha dejado de sorprendernos a todos, tanto en casa como a médicos y profesores porque su constancia y su disposición siempre la han hecho avanzar contra viento y marea», afirma su madre. «Estudió Primaria en un aula con el resto de alumnos y al llegar al instituto, viendo que se perdía en las clases, decidieron derivarla a un aula específica», recuerda Rafi.

«Las personas como Cristina enseñan a todo el que tiene alrededor porque ves que si se proponen algo y le pone empeño y paciencia, lo consiguen», sentencian en casa, «es trabajadora y echa todas las horas que haga falta».

La sorpresa llegó al acabar Secundaria. «Nos dijeron que, al haber estado en un aula específica, Cristina no tenía certificación académica ninguna y que ahí acababa todo», explica su madre, que aún no logra entender cómo se pueden cerrar las puertas a alguien que tiene tantas ganas de hacer cosas. Tras su paso por la Escuela de Adultos, donde no encajó, alguien les habló de la asociación Prode. «Ha sido allí donde han dado a Cristina la oportunidad de hacer lo que le gusta, de desarrollarse y pensar en el futuro». Desde hace varios años, acude a trabajar todos los días en tareas de diseño y pintando, que es su pasión. «Se está formando en distintos talleres y va a poder demostrar hasta dónde es capaz de llegar, si nos miraran a todos con lupa, seguro que todos tendríamos alguna discapacidad, pero hay que dejar que las personas especiales como Cristina puedan formarse y crecer, nadie tiene derecho a decirles que no valen».