Dos ojos observan día y noche la misma imagen. Un número 51 grafiteado en negro sobre unos modernos azulejos, dos puertas de acero que brillan entre casi una década de abandono y una comba de cables enganchados a un antiguo poste eléctrico que cruza la fachada. Y quizás contemplen a los vecinos cercanos a la calle Antonio Maura cuando alzan la mirada sobre las seis plantas del bloque de pisos que, más de seis años después --hay quien apunta que fueron al menos 10-- está desocupadodesocupado. También ven que unos nuevos okupas podrían volver a entrar y que ninguna puerta de seguridad ofrece totales garantías. Por eso, en dos turnos, los vigilantes de la empresa sevillana Torneo Seguridad cuidan las entradas del edificio, el cual además cuenta con alarmas que saltan con el viento que entra por la ventana. Toda seguridad parece poca. Y es que para llegar hasta ahí, Coral Homes ha requerido los servicios de una empresa de desocupación para negociar con los inquilinos ilegales, como adelantó este periódico, y muchas horas de limpieza.

"A veces había peleas", señala una vecina

Las noticias en Ciudad Jardín vuelan. No era sorprendente encontrarse ayer con quienes calculaban la cantidad puesta sobre la mesa para que abandonaran el edificio. Para algunos eran unos vecinos más del barrio. Otros los prefieren lejos. Pero los años de convivencia dan para conocer a los protagonistas del que fuera, quizás, el caso más conocido de ocupación en la zona. María comenzó su negocio en la misma calle hace tres años. Ya estaban ahí y «han sido buena gente todos», comentaba. «Ha pasado muchísima gente, pero ninguno ha dado problemas». Y aseguró que en los 12 apartamentos han habitado «familias enteras, padres, niños, matrimonios jóvenes, matrimonios mayores...». «Más bien eran jóvenes con niños», contaba otra comerciante de Antonio Maura que prefirió no revelar su nombre. Ella, por el contrario, explicó que «a veces había ruido, a veces había peleas». A pesar de la distancia con su establecimiento, afirmó con ímpetu que «se oían bastante». Y que era normal escucharles decir: «Nos hemos mudado al centro, nos hemos cogido un piso de alquiler». Porque, según ella, al parecer subarrendaban los pisos. Y esa teoría se repetía ayer entre las vecinas en una cafetería cercana. A base de interrupciones, correcciones y rumores, llegaron a la conclusión de que todo comenzó con «el del bigote». Así, con más dudas que certezas, Ciudad Jardín veía como el bloque ocupado pasaba a la historia.