La iglesia de San Pedro -declarada basílica menor en el 2006- tiene desde su construcción en el siglo XIII problemas derivados de su cimentación, el talón de Aquiles de esta construcción fernandina, que ha provocado diversos hundimientos a lo largo de su historia. En las últimas décadas del siglo XX, sin ir más lejos, la iglesia permaneció cerrada durante dos intervenciones sucesivas, que trataron de arreglar las cubiertas y de paliar los problemas de cimentación, que habían afectado a la verticalidad del muro norte (colindante con la plaza de Aguayos). Actualmente dicho muro está estable, pero visiblemente inclinado.

La Diócesis de Córdoba y el Cabildo Catedral acometen desde hace unas semanas una nueva intervención para la impermeabilización y la consolidación de los ocho pilares de la basílica, que se mantendrá cerrada hasta septiembre (después volverá a cerrarse brevemente para culminar la obra). El director de Patrimonio de la Diócesis, Miguel García Madueño, encargado de la gestión del patrimonio eclesiástico de Córdoba y provincia, encargó esta actuación que supondrá una inversión de 108.000 euros y que triplicará el coeficiente de seguridad del edificio.

Miguel Ráez, el arquitecto que dirige la obra, explica que la actuación está provocada en parte por las obras de los 90, en concreto, por el refuerzo estructural que se hizo en los pilares con planchas de acero. «Hay problemas de humedad por capilaridad, que a los cuatro años de la obra empezaron a afectar a las placas de aluminio», explica el arquitecto. Así, a causa de la oxidación del acero, dichas placas aumentaron de volumen, pasando de 8 milímetros a 4 centímetros. La oxidación, que puede verse a simple vista en los pilares donde aún no se ha intervenido, afectó también a los pedestales desplazando la piedra. «El acero actuó como cuando el agua se convierte en hielo», apunta Ráez. La actuación que se lleva a cabo consiste en impermeabilizar los pilares desde abajo y sustituir el acero por una lechada de mortero de cal inyectada en el pilar. «Con esta acción aumentaremos la resistencia de los pilares y el coeficiente de seguridad tres veces». Si no se hubieran acometido las obras, la oxidación habría ido creciendo y los pilares habrían seguido perdiendo resistencia.

Pese a la responsabilidad que supone para Ráez intervenir en un edificio de 8 siglos de antigüedad -«da más respeto y cierta aprensión intervenir en un edificio monumental», dice-, la complejidad de las construcciones contemporáneas es «muy superior», reconoce el arquitecto.