«Las administraciones han dado a las familias el pez, pero no la caña para pescar», Auxiliadora Blasco, directora del colegio Duque de Rivas. «En el barrio no hay nada que hacer, solo puedes sentarte en un banco a ver pasar el día y comer pipas si tienes dinero para comprar un paquete», Jesús Campos, joven del barrio. «Cuando Palmeras nació, era un barrio feliz, no había absentismo, no se cerraban las puertas de las casas y hasta el primer televisor que entró en el barrio se puso en medio de la calle para que lo vieran todos los niños», Eugenio Rosa, vecino. «El abandono institucional ha hecho que nos traten como ciudadanos de segunda y que pensemos que somos pobres genéticos, pero no es así, se puede salir con ayuda», Antonio Fernández Chache, vecino de Palmeras. «Si a mí no me han educado, ¿cómo voy a educar a mis hijos y cómo ellos van a educar a los suyos? Es la pescadilla que se muerde la cola. Así, los jóvenes de Palmeras son carne de cañón», Pepi Hernán, vecina del barrio. «No es real el dato de fracaso o abandono escolar, aquí se ha producido un proceso de segregación que ha hecho que gran parte de la población de Palmeras lleve a sus hijos a colegios de otros barrios para que no se junten con el resto, no tengo claro que construir un instituto en el barrio sea la solución si no es lo bastante atractivo como para que venga alumnado diverso», Germán Moreno, psicólogo y director de Servicios Sociales en La Foggara.

DEBATE EN CC DE LA EDUCACIÓN / La facultad de Ciencias de la Educación acogió ayer una sesión de debate a petición del movimiento asociativo de Palmeras en la que se puso sobre la mesa una dura realidad social que requiere una actuación institucional urgente y adaptada a las necesidades del barrio. Solo así se podrá acabar con el estigma social y devolver a los vecinos la autoestima necesaria para sentirse parte de la ciudad y no se vean obligados a huir del barrio para escapar de la exclusión como puso de manifiesto una encuesta impulsada por la universidad Loyola.

ORIGEN DEL BARRIO / Palmeras nació en Córdoba en los años 60 como asentamiento provisional para 146 familias del Campo de la Verdad, El Veredón de los Frailes o La Corredera que se quedaron sin hogar tras desbordarse el río y que se instalaron en viviendas concebidas como un espacio con fecha de caducidad. Lo que nació para un tiempo acabó consolidándose de un modo desordenado y anárquico y ha acabado condenando al barrio a una sensación de aislamiento físico y social que ha convertido a sus habitantes en pasto del paro, la marginación y, en muchos casos, de la delincuencia.

Uno de los muchos temas que se plantearon fue la falta de espacios de esparcimiento para los jóvenes, ya que actualmente solo pueden participar en la hermandad o jugar al fútbol. «No hay más opciones», recalcaron todas las partes, evidenciando la discriminación que este barrio sufre respecto al resto, máxime cuando la sensación de no pertenencia a la ciudad, el estigma que les hace pensar que no van a ser bien recibidos en otras zonas, hace que los chavales difícilmente acudan a otros barrios en busca de lo que no tienen cerca. Contar con un instituto es otra demanda histórica que ayer defendieron unos, como una forma de acercar la educación a los jóvenes y que no se vean obligados a irse fuera para titular, y que otros cuestionaron, al considerar que no servirá de nada si solo consigue atraer a un perfil de familias desestructuradas y no a un alumnado diverso.

De momento, para intentar romper esas barreras psicológicas, la Universidad de Córdoba ha puesto en marcha este curso un proyecto pionero que, según explicó la vicerrectora de Políticas Inclusivas y Vida Universitaria, Rosario Mérida, ha permitido emparejar a tres voluntarios de la UCO con alumnos de Palmeras para realizar una labor de acompañamiento. Ya se ha abierto la convocatoria para buscar a otros tres candidatos de cara al próximo curso.