Promi tuvo una evolución ambiciosa con momentos de gloria, como la visita de la Reina Sofía a sus instalaciones de Cabra en 1982 o cuando, creciendo como la espuma, se convirtió en un envidiable semillero de empleo. Sin embargo, justifica el propio Juan Pérez Marín, "detrás de un éxito viene el fracaso", y sucesivos proyectos empresariales --como la fabricación en Espiel del minicoche adaptado Buomo y la industria de la forja-- recortaron las alas de una realidad que, insiste su promotor, a pesar de todo sigue dando frutos.

--¿Qué recuerdos tienen de la visita de la Reina?

--Yo como presidente de la Federación Española de Deficiencia Mental pertenecía al Real Patronato de Atención a Discapacitados, que presidía la Reina y contaba con nueve ministros. Contaba lo que hacíamos en Cabra y se llevaban las manos a la cabeza. Tuve protagonismo durante muchos años en aquel foro y la Reina estaba siempre atenta a ello. Vino a Cabra y, bueno, ahí están las fotos, con el pueblo entero rodeándola. Lo de Promi fue una revolución en toda Europa.

--En Europa no sé, pero en la Córdoba de la Transición se convirtió usted en el hombre de moda. ¿Cómo vivió aquella época dorada?

--Yo la llamo la época de la pancarta, en el sentido de que se podían hacer las cosas. La Administración veía que lo hacía bien y cada vez me encargaban abrir más centros públicos. Fui a Monzón (Murcia), a Almería, a Melilla... Esa fórmula posibilitó el desarrollo de empleo.

--Pero aquel imperio cayó. ¿Por qué se vino abajo?

--Fue un imperio, sí, pero cayó. Cogimos una empresa en quiebra de Cabra que se llamaba Ciate, y con sus empleados y los de Promi creamos una forja espléndida. Sin embargo Ciate arrastraba mucha precariedad, falló la comercialización y hubo que cerrar. También cerramos la carpintería, no podíamos competir en igualdad de condiciones en el sector. Hemos amueblado 60 paradores nacionales, hoteles en París... pero aquello fue más un demostrar que se puede que un negocio. Nadie se quedó desamparado, yo tengo 150 tutelados porque no tienen familia.

--Cuando en el 2002 llegó la caída, a usted muchos de los que lo habían encumbrado lo crucificaron. ¿Cómo lo vivió?

--Tuve problemas de todo tipo. Denuncias... El hotel Fuente de las Piedras de Cabra lo hicieron los deficientes mentales. La Administración me dijo: "Hazlo que ya te ayudaremos". Ni un céntimo. No pude afrontar las peonadas y los sindicatos tiraron a matar. Salí limpio de todo. No me llevé un céntimo, al contrario, he vendido todo lo que tenía y me he arruinado por sacar esto adelante. Mire usted, cuando hay éxito en una realidad detrás viene el fracaso. La gente no perdona el éxito, no me perdonaron que diera a los deficientes lo que no tenía la gente normal. La gente me decía: "¿Por qué no me colocas a mí en vez de a los tontos?". Aún tenemos más de 300 trabajadores y 15 centros funcionando en temas asistenciales, no hemos tirado la toalla.