Rafael Muriel lleva desaparecido desde el 1 de septiembre del 2016. Diagnosticado de esquizofrenia paranoide, la pista de este hombre de Adamuz que tenía 57 años se pierde en el hospital Los Morales de Córdoba, donde había acudido para pedir que lo ingresaran para tratar su enfermedad. «Él hacía cinco o seis días que no se encontraba bien, justo el tiempo que llevaba sin medicación», afirma Juan, su único hermano. Desde ese día no saben absolutamente nada de él. Su cuenta corriente, donde le ingresan la paga mensual de 900 euros que recibe por su dolencia, está intacta desde entonces. Ni un movimiento. «La verdad es que no esperamos buenas noticias, pero por lo menos queremos encontrarlo, que aparezca, porque así no se puede estar», afirma Juan.

Rafael recibía tratamiento en Los Morales hasta que un día él mismo pidió el alta voluntaria porque no se quería medicar más. «Todo viene a raíz de ahí», indica su hermano. Cuando se empezó a sentir mal de nuevo, intentó que lo volvieran a ingresar, «pero no lo consiguió porque tenía que reiniciar el protocolo».

La administración le tenía asignado un taxi que era el que de lunes a viernes le trasladaba al centro sanitario ubicado en la sierra de Córdoba. Precisamente fue el taxista, aunque ya no cubría ese servicio dado que tenía el alta hospitalaria, el que lo trasladó ese día «porque lo había visto, cabizbajo, a la salida de Adamuz, y le dijo que quería ir a que lo ingresaran». Ese hombre fue el último que lo vio cuando lo dejó en el hospital intentando su propósito, que no logró. «Pero mi hermano no quiso irse de nuevo con él; le insistió en que lo dejara allí en Los Morales», recuerda.

Desde entonces, ni una noticia de su paradero, aunque algunos vecinos del pueblo aseguraron haberlo visto esa noche en la localidad. No se probó.

Los ánimos flaquean ya en la familia. «Queremos que aparezca, lo que sea, pero que aparezca», manifiesta Juan, quien el pasado viernes se levantaba sobresaltado por la noticia de que habían encontrado un cadáver en un paraje próximo al centro penitenciario de Alcolea, junto al arroyo Cordobilla. «La Policía nos ha dicho que todo parece indicar que no es Rafael, pero tienen que practicarle las pruebas pertinentes al cuerpo», apunta Juan, quien asegura que noticias de este tipo generan mucha inquietud en cualquier familia de desaparecido.

Este hombre, que ahora está de baja laboral por una dolencia, asegura que la desaparición de su hermano le ha afectado a todos los niveles, incluso en el trabajo. Casado y padre de un hijo, coincide con otros familiares que no conocen el paradero de sus seres queridos en que «no en todos los casos se ponen los mismos medios». Depende, afirma, «de la urgencia del caso, y parece que la de Rafael no es urgente». Sea como sea, sentencia que su dolor es el mismo del que tiene cualquier otra familia y sus derechos, idénticos.